Desde que en 1997 la izquierda ganó las elecciones para el gobierno en la Ciudad de México, no había existido percepción de vulnerabilidad ni la idea de que la oposición podría arrebatarle el poder como hasta ahora. En 2021, cuando la coalición PAN-PRI-PRD le quitó la mitad de las alcaldías a Morena, fue la primera llamada de atención de que la supremacía del presidente Andrés Manuel López Obrador en la capital federal no estaba garantizada.
La posibilidad de que eso suceda se ha incrementado por fisuras dentro de Morena y la candidatura de Clara Brugada, que tiene un alcance limitado porque no entra en sectores de clase media agraviados por el presidente y la exjefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, y por las divisiones internas en el partido en el poder.
Las encuestas electorales sobre preferencias en la Ciudad de México no son todavía electorales. Miden ruido y reflejan inercias. Las precampañas electorales comenzarán a cambiar esa dinámica y las encuestas empezarán a dar mejores fotografías del momento. Pero el que no registren las contradicciones internas en Morena no significa que no existan, por lo que la preocupación de perder la capital llevó a López Obrador a meter las manos en la estrategia electoral. El Presidente está convencido de que Sheinbaum ganará la elección presidencial, pero no está tan seguro de si Brugada conservará el poder en la sede de los poderes federales.
La semana pasada visitó Sheinbaum al Presidente en Palacio Nacional, donde López Obrador le entregó los resultados de su equipo de asesores sobre lo que debía mantener durante su gobierno, que fue una reiteración de lo que previamente le había instruido hacer, como se explicó en este espacio el jueves. Sheinbaum llegó a Palacio acompañada de Brugada, pero aparentemente la candidata capitalina no platicó con el Presidente. La reunión con López Obrador se agendó para esta semana, donde el Presidente, por lo que ha trascendido, se meterá personalmente a analizar con Brugada –y decirle qué hacer– para que le arrebate a la oposición las alcaldías Cuauhtémoc, Álvaro Obregón y Coyoacán, así como ampliar la base de izquierda en la históricamente panista Benito Juárez.
Las prioridades presidenciales parecen motivadas en asuntos personales, dos de ellas, y una, Cuauhtémoc, que si bien no es la alcaldía más grande en población, es el corazón político y comercial de la ciudad, donde se encuentran los asientos del Ejecutivo federal y capitalino, el del Poder Judicial y la mitad del Legislativo. Cuauhtémoc es también simbólico, por ser el enclave que perdieron Dolores Padierna y René Bejarano, muy cercanos a él durante más de dos décadas, que son parte de los operadores políticos de Sheinbaum en la capital, y quienes impulsaron a Brugada en el movimiento de vivienda. Álvaro Obregón está gobernada por Lía Limón, que les genera urticaria a López Obrador y Sheinbaum, y a quien el Congreso capitalino, controlado por ellos, no le autorizó la licencia para contender por la Jefatura de Gobierno. Coyoacán fue la demarcación donde vivió por años el Presidente, y el aspecto sentimental es tan fuerte que, por ejemplo, dejará un Tren Maya en honor a sus sueños.
La preocupación de López Obrador no está en Iztapalapa, de donde salió Brugada, ni en las alcaldías en el oriente de la capital, donde parece dar por descontada la victoria. Sin embargo, los focos rojos se encuentran en esa zona de la ciudad, consecuencia de la desaseada forma como eliminó el Presidente a Omar García Harfuch, el delfín de Sheinbaum para la capital, de la postulación para la gubernatura que ganó ampliamente en las encuestas. García Harfuch era un candidato bien visto por las clases medias, pero sobre todo por organizaciones sociales y sindicales en la capital que habían estado con el PAN en anteriores elecciones, pero cuya presencia los estaba animando a jugar con el exsecretario de Seguridad. Una vez desplazado, regresaron los apoyos al candidato del Frente Amplio, Santiago Taboada.
Taboada ha sido un dolor de cabeza para Morena. La Fiscalía General de Justicia de la Ciudad de México trató de vincularlo con el cártel inmobiliario de la Benito Juárez, donde fue alcalde, pero no ha podido encontrarle, hasta ahora, ninguna vinculación con delitos. El Congreso, que saboteó a Limón, quiso bloquear hasta el último momento la licencia de Taboada, pero finalmente se destrabó la semana pasada. La respuesta de Taboada ha sido más dura de lo que se ha visto. Casi 70% de su campaña hasta ahora ha sido en Iztapalapa, donde ha realizado mítines a dos calles de la casa de Brugada –en desafío simbólico–, y en su arranque, que efectuó en esa alcaldía, tuvo una asistencia de 23 mil personas en el granero de votos de Morena.
No hay datos certeros públicos de cómo le esta yendo a Brugada en la campaña, cuyo spot más escuchado comienza con la frase: “Yo nací en la Benito Juárez”. Es muy desafortunada, pero refleja lo que Taboada está escuchando en Iztapalapa, de acuerdo con crónicas periodísticas, donde la gente le pide que quiere vivir como “en la Benito Juárez”. Es el tipo de aspiracionismo que critica López Obrador, y que choca con el deseo legítimo de mejorar las condiciones de vida. El trabajo de Brugada en Iztapalapa ha sido reconocido, pero quizá no lo suficiente en el resto de la capital como para impulsarla en las percepciones del electorado.
¿Qué saldrá del encuentro de López Obrador con la candidata? Se verá en los ajustes a su campaña, en los mensajes, en los renovados ataques sobre los alcaldes de oposición donde quiere que Morena recupere. El problema que tendrá Brugada –como lo tiene Sheinbaum– es que la filosofía de la pauperización, que en los hechos y los dichos propone el Presidente, choca contra los deseos de los mexicanos. Quizás en el país, con tanto dinero inyectado en programas sociales, alcance a ocultar esa idea inversa de desarrollo, pero en la Ciudad de México, como se vio en 2021, es diferente.