Estrictamente Personal

¿Por qué el miedo a  Xóchitl?

Una competencia cerrada, no abierta con Claudia Sheinbaum, es lo que puede dar sentido al nerviosismo mostrado por el oficialismo.

En la encuesta de encuestas del portal Oraculus.mx, la preferencia efectiva por Claudia Sheinbaum, la candidata del oficialismo, es de 64 por ciento, contra 31 por ciento de la candidata del frente opositor, Xóchitl Gálvez. Son 33 puntos de diferencia que, a escasos tres meses y medio de la elección presidencial, parece una ventaja muy difícil de remontar. Si se asume esta proposición, como concuerdan varios de los más experimentados encuestadores, ¿por qué Gálvez es sujeta a críticas inmediatas del Presidente, de la candidata oficialista, de líderes de Morena, de periodistas afines a Andrés Manuel López Obrador o controlados por el vocero presidencial, y de las legiones cibernéticas manejadas desde el Zócalo?

Es un contrasentido. Con esa ventaja Sheinbaum podría seguir gastando capital político y presentarse como la Pascual Ortiz Rubio de 2024, porque Gálvez no la podría alcanzar. Y sin embargo, está reaccionando a lo que hace y dice su rival de manera automática, muchas veces en la misma línea de argumentación diseñada en Palacio Nacional. Lo mismo podría decirse de López Obrador, quien le dedicó varias páginas de su nuevo libro a Gálvez para injuriarla.

Hay una estrategia clara para denostarla, que se expresa de diferentes maneras, como hace unas semanas cuando le repetían que era la candidata del PRI y ahora aprovechan la fotografía desde Madrid donde aparece junto con el expresidente Felipe Calderón. Un monero de la claque de otro monero habilitado como principal asesor político de López Obrador y responsable de formar cuadros para la cuatroté, Rafael Barajas, el Fisgón, los dibujó señalando a Calderón como jefe de delincuentes, en sintonía con el breve editorial llamado Rayuela, en el periódico del Presidente, que apuntó que sólo faltaba en esa foto Genaro García Luna.

No se entiende la estrategia desde el despacho presidencial contra Gálvez, pero muestra miedo. El ponderado en la encuesta de encuestas no puede ser tomado como el referente de otras elecciones, no por la metodología que emplean o la integridad para presentar los datos que recogen de una canasta de estudios demoscópicos de medios y empresas, sino por la disparidad de los datos que producen. Por ejemplo, Demotecnia mostró en su estudio de enero que Sheinbaum tenía una ventaja de 63 puntos sobre Gálvez, una diferencia extraordinaria hasta para los propios encuestadores, muy por encima del resto de las encuestas incorporadas en el ejercicio de Oraculus.mx.

Hay otras encuestas en el otro extremo, como la de México Elige, que ayer publicó sus números de febrero y le dio una ventaja de menos de ocho puntos a Sheinbaum sobre Gálvez. Rápidamente, las cuentas asociadas a la Presidencia reciclaron historias del año pasado donde señalaban que uno de los socios de esa empresa regiomontana era publicista de Gálvez. Es cierto, y más aún. Otro de los socios está en el cuarto de guerra de la candidata opositora. Lo sorprendente es que fustiguen lo que en el pasado hicieron.

En octubre de 2005, meses antes de la elección presidencial, por citar un ejemplo, la empresa encuestadora de Ana Cristina Covarrubias (hoy llamada Covarrubias y Asociados) ubicó a López Obrador con 42 por ciento de las preferencias electorales, y llevaba una ventaja de 17 puntos sobre el segundo lugar, Felipe Calderón. Esa encuesta fue presentada por Covarrubias y por Federico Arreola, en ese entonces responsable financiero de las redes ciudadanas de López Obrador, y actualmente integrante del cuarto de guerra de Sheinbaum. La única diferencia entre esta empresa y México Elige es que Covarrubias nunca ocultó que hacía encuestas para López Obrador, y asumió las consecuencias de ello. Sergio Zaragoza y Aldo Campuzano, los socios de México Elige, harían bien en transparentar su relación con Gálvez.

Si tomamos los datos de Demotecnia y México Elige, tomándonos la libertad para efectos de demostración de comparar resultados obtenidos en semanas diferentes, la primera le da una ventaja de 26.3 puntos a Sheinbaum sobre Gálvez, mientras la segunda apenas una de 7.4 por ciento. Esta disparidad no la recoge Oraculus.mx porque México Elige no forma parte de las encuestas que promedia. Si lo hiciera –no lo hará por su metodología de la muestra de más de 10 mil personas, que sólo abarca a quienes tienen acceso a las plataformas de Meta–, el diferencial entre las dos se reduciría.

No obstante, la reacción en cascada de la Presidencia hacia abajo en contra de Gálvez parece una respuesta más cercana a los datos de México Elige que a los de la mayoría de las casas encuestadoras, que le dan una cómoda ventaja a Sheinbaum. Pero hay que recordar que lo que vemos se da sólo sobre la información pública y no sobre las encuestas privadas que tienen las candidatas, los partidos y el Presidente –en las cuales cree realmente–.

Las encuestas, que comenzaron a jugar un papel protagónico en las elecciones presidenciales de 2006, se han convertido hoy en día en un instrumento mucho más importante, no por culpa o diseño de las empresas demoscópicas, sino por el uso y abuso de los políticos y los partidos. Morena, por ejemplo, salió de compras el año pasado y se apropió todas las encuestas que pudo para la elección por la gubernatura del Estado de México, con lo cual se volvió propietaria de ellas y publicó sólo aquellas que le beneficiaban, al tiempo que garantizó que las negativas nunca salieran a la opinión pública.

De esa manera, su candidata, Delfina Gómez, aparecía con una ventaja que doblaba a su adversaria Alejandra del Moral, generando la percepción de que la elección sería de mero trámite, lo que desinhibía la participación. Al final, Gómez ganó por menos de la mitad de lo que varias encuestas preveían. No sería raro que la misma estrategia se aplicara en la elección presidencial y en los comicios altamente estratégicos para el gobierno de la Ciudad de México.

La avalancha de críticas contra Gálvez permite preguntar si existe la posibilidad de que las encuestas no públicas perfilen una competencia cerrada, no abierta con Sheinbaum, que es lo que puede dar sentido al nerviosismo mostrado por el oficialismo ante la candidata opositora.

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