El tercero y último debate presidencial fue una oportunidad perdida para Xóchitl Gálvez, la candidata de la oposición. El principal tema era la seguridad, donde tenía la mesa puesta para contrastar la realidad con los resultados de la estrategia del presidente Andrés Manuel López Obrador que la candidata del oficialismo, Claudia Sheinbaum, se ha comprometido a mantener. Al centrarse en un debate rebasado –la discusión sobre “narcocandidata” y “narcopartido”–, Sheinbaum, cuya estrategia fue desviar todo y banalizar las acusaciones como “ficción”, pudo escaparse impune. Gálvez no la confrontó con datos, ni mostró sus contradicciones y mentiras.
Sheinbaum buscó ocultar la realidad nacional sobre la incidencia delictiva con los datos de su administración en la Ciudad de México, donde mostró indicadores a la baja como un ejemplo de que su modelo de seguridad es eficiente. Fue cuidadosa para evitar analogías entre su estrategia y la de López Obrador –que están en las antípodas, una de combate con información de inteligencia y la otra de contención sin confrontación–, pero habló con verdades a medias o mentiras abiertas que tampoco supo atajar y desmontar Gálvez.
Durante el gobierno de Sheinbaum fue anidándose una violencia que antes era inusual en la capital federal, como cuerpos descuartizados y personas colgadas de los puentes. Colonias como la Condesa, que ha estado de moda y hoy llena de extranjeros, se ha vuelto una zona muy tranquila gracias no al reforzamiento de la seguridad, sino a que el cártel de La Unión Tepito es la fuerza criminal hegemónica, que mantiene la pax narca para mantener los altos niveles de consumo y renta que les permite incrementar sus cuotas de extorsión –cobro de piso– a establecimientos comerciales. Este fenómeno se ha extendido por toda la Ciudad de México, donde hay un cobro de impuesto criminal.
Sheinbaum dijo en el debate que la incidencia delictiva bajó 51 por ciento de 2018 a junio del año pasado, cuando dejó el gobierno capitalino para buscar la candidatura presidencial. No está claro de dónde y cómo obtuvo ese porcentaje, porque de acuerdo con las estadísticas del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, la reducción ha sido de 2.7 por ciento. En 2018 se registraron 241 mil 29 delitos, que subieron a 242 mil 838 al año siguiente, bajaron a 198 mil 155 en 2020, cuando comenzó la pandemia del coronavirus, y se elevaron en 2021, pese a mantenerse la emergencia sanitaria, a 223 mil 742, para tener un brinco más en 2022 a 232 mil 644, y terminar el año pasado con 234 mil 474.
En cuanto a homicidios dolosos, entendiéndose que se refiere a los ‘delitos de alto impacto’, donde presumió también una disminución de 58 por ciento, los datos del secretariado dicen otra cosa. En un comparativo a los 60 meses de gobierno entre Sheinbaum y Miguel Ángel Mancera –la candidata oficialista dijo que los crímenes habían venido a la baja durante los gobiernos de López Obrador y Marcelo Ebrard–, el total de homicidios durante los primeros cinco años de gobierno de Sheinbaum fueron 9 mil 216, contra 8 mil 387 de Mancera, una diferencia negativa para la candidata de 9.1 por ciento. Durante ese periodo, la morenista tuvo 829 más homicidios que el perredista, sin contar que los totales de Mancera incluyen homicidios culposos, mientras que los de Sheinbaum no.
Los datos que ha presentado la candidata oficialista al gobierno de la Ciudad de México, Clara Brugada, han mezclado las carpetas de investigación con víctimas, un manejo desaseado que se ha dado en los gobiernos morenos. En la Ciudad de México, como en otras partes del país, los datos de homicidios dolosos no son los reales –aun así en el sexenio de López Obrador se han dado cuatro de los cinco años más violentos desde que se contabilizan los homicidios dolosos–, porque hubo una reclasificación de ellos como “otros delitos que atentan contra la vida”, que ha sido señalado por organizaciones civiles como un maquillaje para disminuir las cifras de estos crímenes. Otra forma de manipulación, como han denunciado los expertos, fue la alteración del censo sobre desapariciones, que borró decenas de miles del registro, igual que lo que pretende López Obrador a nivel nacional.
La historia de éxito de la seguridad en la Ciudad de México no es tal. Sheinbaum trata de venderla para ganar legitimidad ante la ciudadanía que tiene como principal preocupación en todo el país la inseguridad. La candidata oficialista ofrece a los mexicanos paz y seguridad, parafraseando lo que ha señalado López Obrador, mediante una estrategia que básicamente sería la misma que llevó a cabo el Presidente y que hasta ayer, el día más violento del año (104 homicidios dolosos), acumulaba 187 mil 617 asesinatos, más que en los dos sexenios de Vicente Fox y Felipe Calderón juntos, y 31 mil más que en todo el gobierno de Enrique Peña Nieto.
La propuesta de la candidata oficialista no es viable, porque aun cuando disimule la réplica de la estrategia de López Obrador para que no se enoje con ella, lo que hizo en la Ciudad de México, pese a disponer de poco más de 83 mil policías –un superávit de 224 por ciento de acuerdo al estándar de la Organización de las Naciones Unidas–, además de 23 mil elementos de las Fuerzas Armadas, sus resultados son mediocres. Ni en el debate ni a lo largo de su campaña ha ofrecido algo que pudiera sugerir una ruta alterna a lo que ha hecho el Presidente.
El horizonte es de mayor violencia y muertos, y mayor pérdida de territorio ante los cárteles. Hoy, en 74.42 por ciento de los municipios en México (mil 820) hay presencia de al menos una de las 52 organizaciones criminales que operan, de acuerdo con el reporte anual de la consultora DataInt. El Cártel Jalisco Nueva Generación está en 652 municipios y el de Sinaloa en 412. ¿Cómo impedir su expansión y neutralizarlos? Tendría que hacer todo lo contrario de lo que hizo López Obrador y dejarse de las simulaciones como lo hizo en la Ciudad de México, lo que no es previsible que sucederá.