El metabolismo en Palacio Nacional ha cambiado. La presidenta Claudia Sheinbaum espabiló ante las amenazas continuas del presidente electo Donald Trump y empezó a tomar acciones preventivas en caso de que todo lo anunciado en materia comercial y migración se materialice a partir de enero. La reacción fue tardía, pero a tiempo. Dejar atrás la confusión, los malos diagnósticos y peores recomendaciones, cuando menos en su reconocimiento, es un avance.
Trump ha venido ejerciendo el poder y moviendo cosas desde que ganó la elección en la primera semana de noviembre. Los europeos se apresuraron a firmar un tratado comercial con el Mercosur. En Canadá, la amenaza de elevar aranceles dividió al gobierno de Justin Trudeau, y rompió el consenso con la viceprimera ministra y responsable de Finanzas, Chrystia Freeland, que es una de las razones por las cuales sorpresivamente renunció ayer. Y en Estados Unidos, los presidentes de las principales empresas dejaron de dudar de las amenazas comerciales luego que su equipo en Mar-a-Lago les aseguró que Trump está decidido a llevarlas a cabo sin importarle las probables consecuencias inflacionarias y en ese país.
En México, la presidenta Claudia Sheinbaum demoró muchas semanas en procesar que las amenazas eran reales, y llegó a la conclusión de que, sin importar si se cumplían o no, tenía que preparar a su gobierno. Sheinbaum había recibido una pésima asesoría del secretario de Relaciones Exteriores, Juan Ramón de la Fuente, que decía que Trump no podría hacer lo que decía, y del secretario de Economía, Marcelo Ebrard, que le aseguraba que las propias empresas lo presionarían y terminaría reculando, pero fue cayendo en cuenta de que esos diagnósticos eran limitados y que minimizar las amenazas no era buena idea.
Trump está planeando firmar más de 25 órdenes ejecutivas y directivas –que no necesitan autorización del Congreso–, de las cuales se estima que una quinta parte de esta ráfaga de políticas públicas que serán firmadas el 20 de enero, su primer día en la Casa Blanca, tengan que ver con la migración y el uso del Ejército para deportaciones masivas. La idea inicial de Trump, según diplomáticos estadounidenses, es que expulsen a México no sólo a mexicanos, sino también venezolanos, haitianos y nicaragüenses, como sucedió mientras duraba el programa Tercer País Seguro, negociado por Ebrard durante el gobierno de Andrés Manuel López Obrador, con el que Sheinbaum no está de acuerdo.
Tampoco había sido tomada la amenaza migratoria con la seriedad estratégica adecuada. Hablar con los cónsules mexicanos en Dallas fue un acto mediático, pero inútil. El problema no estará tanto en Estados Unidos para efectos de su impacto en México de darse las deportaciones masivas –para los migrantes sí–, porque todavía no hay planes logísticos para absorber oleadas de expulsiones en grandes volúmenes.
Ayer mismo, en su primera conferencia de prensa desde que ganó la elección, Trump volvió a dejar claro su fobia migratoria al quejarse del presidente Joe Biden por vender parte del muro fronterizo que construyó durante su administración, y la semana pasada anunció que Ronald Johnson, con dos largas carreras en el Pentágono y la CIA, enfocado en temas de seguridad e inteligencia, será el próximo embajador en México.
La incredulidad de Sheinbaum sobre los dichos de Trump ha ido cambiando conforme su curva de aprendizaje del personaje se amplía. Hasta la semana pasada parecía estar paralizada, sin ninguna iniciativa efectiva, pero su actitud cambió el lunes de la semana pasada cuando Trump se refirió al déficit en la balanza comercial con México como un “subsidio” a este país, por lo cual alegó que sería mejor anexarlo como el estado 52 –porque el 51, había señalado días antes, sería Canadá–. Aranceles, migración e importaciones chinas que entran como producto mexicano al mercado norteamericano forman parte de la misma ecuación y son temas indivisibles.
La reacción en Palacio Nacional fue inmediata. Sheinbaum instruyó la creación de un equipo especial que será el responsable de definir la estrategia a seguir frente a las acciones que probablemente llevará a cabo Trump al asumir la Presidencia en materia de migración y comercial. El equipo será encabezado por De la Fuente, Ebrard, la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez, y la coordinadora del Consejo Empresarial, Altagracia Gómez. Para apoyar a la Presidenta se trasladará una parte del grupo de asesores a oficinas contiguas a Palacio Nacional, desde donde trabajarán exclusivamente ante las contingencias y emergencias que puedan presentarse.
Finalmente se preparará una estrategia articulada e intersecretarial, que es lo que estaba faltando en el gobierno, con declaraciones sueltas, iniciativas particulares y mensaje desarticulado. Sin embargo, no será suficiente. Ante la alineación que tendrá Trump con el gabinete y el staff de la Casa Blanca para ver los asuntos de México, se requerirá tener un gabinete estadounidense que responda inteligentemente a los términos en los que se está planteando la relación bilateral, así como el perfil de quien será embajador (mejor que embajadora ante un personaje tan misógino), que pueda hablarle en sus códigos al presidente.
El perfil y la designación del embajador es tan importante como la estrategia, que debe añadir un componente que no se ha planteado aún: construir el consenso interno para lo que vendrá con Trump. Sheinbaum recibió un país polarizado que no ha buscado despresurizar, al que se le han añadido las fisuras dentro del partido gobernante y de su propio gobierno. Entrar dividida al segundo periodo de Trump en la Casa Blanca, que es importante resaltarlo porque no tendrá la contención de ir por la reelección, la debilita.
Espabilar ante Trump fue una buena señal, pero necesita enviar otra a los actores políticos y agentes económicos mexicanos para construir el respaldo de todos los sectores que la apoyen, para cuando eventualmente reciba imposiciones inaceptables de Washington. Esta es la pata que necesita en su estrategia, que será incompleta si no la construye y reduce las vulnerabilidades que hoy tiene.
Nota: en la columna del lunes se mencionan incorrectamente los recortes a los presupuestos de Salud y Seguridad Pública. Las sumas señaladas son en miles de millones de pesos.