Estrictamente Personal

Calienta Trump motores

Claudia Sheinbaum decidió alejarse de Donald Trump y de su equipo a partir de un etnocentrismo inexplicable para una jefa de Estado.

Donald Trump volvió ayer a la carga, y la pregunta que surge es si la presidenta Claudia Sheinbaum empezará a tomar el futuro de las relaciones bilaterales de una manera más seria y responsable. Hasta ahora ha sido mucha la ligereza con la que ha actuado, y la posición beligerante que ha tenido frente a los amagos del presidente electo han tenido como audiencia primaria la mexicana, pero las consecuencias las tendrá su gobierno, que no parece estar preparado.

Sheinbaum decidió alejarse de Trump y de su equipo a partir de un etnocentrismo inexplicable para una jefa de Estado, que ha optado por jugar una apuesta nacionalista infantil, no digamos anacrónica, ejemplificada en la reciente evocación del “mas si osare un extraño enemigo”, y en el análisis de Morena en el Senado sobre una intervención militar estadounidense.

Es muy confusa la posición de Sheinbaum, pero, sobre todo, errática.

Trump disparó ayer sus cañones contra México durante una larga conferencia de prensa en su mansión de Mar-a-Lago en Palm Beach, donde dijo ocurrencias –como buscar que el golfo de México sea rebautizado como golfo de Estados Unidos–, pero también expuso sus percepciones. La peor fue asegurar que “México está esencialmente manejado por los cárteles” de las drogas. A decir de Trump, “México está realmente en problemas” y se ha convertido en un lugar peligroso que no va a permitir que siga así.

Hasta dónde llegará Trump, no se sabe. Eliminar a los cárteles sí es algo que piensa y ha considerado, aunque no necesita a un nuevo general Pershing para que comande las tropas dentro de México, que es lo que se imagina la Presidenta, por lo que dice, que pudiera darse. La respuesta que ha dado Sheinbaum a las amenazas de Trump ha sido la defensa implícita del Cártel de Sinaloa, repitiendo los temores y angustias del expresidente Andrés Manuel López Obrador, más preocupado por cómo se realizó la operación en sus narices, que en restablecer la cooperación en materia de seguridad con Estados Unidos.

Sheinbaum ha dicho que habrá cooperación en la materia con Estados Unidos, pero sólo son palabras, no hechos. Por decisión de ella, más ideológica que ignorante, no ha permitido contactos oficiales entre su gobierno y el equipo de Trump, aduciendo que no ha sido ratificado por el Senado. No todos en este campo de interés mutuo tendrán que pasar por el Capitolio, y es posible que inicie el segundo periodo del nuevo gobierno en la Casa Blanca sin que estén confirmados todos aquellos que deben pasar por el proceso.

¿Pondrá Sheinbaum en espera la patada de salida de la relación bilateral? Le va a suceder lo mismo que cuando ganó la elección: tuvo que felicitarlo antes de que hubiera resultados oficiales, perdiendo tiempo importante para establecer una comunicación directa, como está sucediendo ahora. Trump no tiene prisa por arrancar la relación bilateral con ella, porque es irrelevante para sus objetivos unilaterales en materia de inmigración, al tener pensado firmar cinco decretos en las primeras horas de que esté despachando en la Oficina Oval.

La Presidenta no tuvo los reflejos para buscar un encuentro con Trump en Mar-a-Lago, a donde fueron varios líderes para sostener una reunión con él, o hubo sesiones de trabajo entre el equipo del presidente electo y otros dirigentes para ver temas específicos, como los ucranianos que hablaron sobre las opciones para la guerra que tienen con Rusia, o los canadienses, que trabajaron con Tom Homan, el futuro zar de la frontera –uno de los que no necesita ratificación senatorial–, un plan fronterizo, y hablaron sobre el impacto de los aranceles con el próximo secretario de Comercio, Howard Lutnick. Tampoco ha tenido buena asesoría en su gabinete.

Ayer, como ejemplo del desvarío, el secretario de Economía, Marcelo Ebrard, declaró que la renuncia del canadiense Justin Trudeau había sido consecuencia de su encuentro con Trump, lo que es falso; en todo caso fue esa visita una jugada desesperada para salvar su puesto, que no le salió.

Su desconocimiento y la falta de asesoría calificada ha llevado a Sheinbaum a equivocar la única estrategia que ha puesto en marcha, la migratoria. Armar un ‘ejército de abogados’ para defender a inmigrantes mexicanos indocumentados en Estados Unidos es una posición ética y solidaria, pero también es un acto de intervencionismo abierto en la política interna de ese país. A muchos nos molestan las amenazas de Trump y lo inhumano de sus políticas, pero la mayor parte de ellas se fincan en la ley.

Esgrimir como antídoto lo mucho que aportan los mexicanos a la economía estadounidense es otra aberración. La gran mayoría de quienes emigraron fue porque ni su país ni sus gobiernos les proveyeron de las condiciones y oportunidades para vivir dignamente. Son refugiados económicos y vergüenza nos debería dar a todos que no hayan tenido otra opción antes de irse de México. El cinismo de elogiar su heroísmo por lo que han hecho –y las remesas enviadas que han sido factor de estabilidad social y política en estos últimos años– nos enseña lo trastocado del pensamiento mexicano.

No hay engaño con Trump. Migración, aranceles y cárteles son sus temas con México. Sheinbaum integró un equipo con miembros de su gabinete, su oficina de asesores y otros consejeros, para trabajar sobre cómo hacer frente a las acciones que quiere emprender Trump y a sus declaraciones. Pero, por los resultados vistos hasta ahora, no han dado muestra de estar a la altura de las circunstancias.

El tiempo se está agotando mientras Trump está endureciendo sus posiciones. Ayer abrió la posibilidad de utilizar al Ejército para retomar el canal de Panamá, una vía marítima donde quien más se beneficia en la actualidad es China, y forzar a Dinamarca a vender Groenlandia, porque dijo que es necesaria para la seguridad nacional. ¿El ‘golfo de Estados Unidos’ se encuentra en esa lógica? Sheinbaum tiene que ampliar sus escenarios y dejar de lado su ideología para actuar pragmáticamente, buscando el consejo de quienes realmente entienden lo que está en juego, aunque no formen parte de su movimiento.

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