Defender lo indefendible representa, quiérase o no, un costo. Lo sabe el presidente de la República y, de seguro, asume que salir al rescate de éste o aquel otro gobernador en apuros, afiliado o aliado a Morena, a la postre, representará eso. Quizá no a él, pero sí a quien supuestamente desea ver en su lugar.
Dado su desarrollado instinto, posiblemente el mandatario entienda ese costo no como un gasto, sino como una inversión. Un desembolso político para asegurar la lealtad ciega a su causa; beneficiarse de la fuerza o la popularidad encarnada por el personaje en cuestión; o conjurar el daño de la eventual caída de un gobierno estatal, amparado por el lopezobradorismo.
Sin embargo, un mal cálculo de esa estrategia, sobre todo en temporada electoral, podría llevar a su muy probable sucesora a pagar el costo sin ver el rendimiento de la supuesta inversión.
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Durante las últimas semanas, el presidente López Obrador se ha visto en la necesidad de respaldar a más de un gobernador afín a su causa.
El nueve de febrero pasado al escuchar en Cuernavaca el abucheo contra Cuauhtémoc Blanco, el mandatario entró al quite y lo calificó de “un gran gobernador”. Consciente de la desproporción, se vio obligado a precisar: “Miren, a lo mejor no les va a gustar, pero lo quieran o no lo quieran, ya saben siempre digo lo que pienso y que mi pecho no es bodega… pero les quiero decir cómo pienso yo con relación al gobernador de Morelos: yo pienso que es un gran gobernador Cuauhtémoc Blanco. Ya les dije, no me importa, es mi opinión y me consta.
¿Saben por qué? Porque todo lo que hemos hecho en Morelos, lo hemos hecho juntos.”
La fama de Blanco en el campo de futbol es desprestigio en la cancha política.
Como alcalde de Cuernavaca y gobernador de Morena a su aventura política la marcó el escándalo, la corrupción, el nepotismo y el presunto vínculo con el crimen. Pesan en su contra muchos señalamientos, entre ellos resaltan dos: la acusación de haber cobrado siete millones por presentarse como candidato a alcalde de Cuernavaca y la foto publicado por El Sol en enero de 2022, donde aparece acompañado de criminales en la Iglesia de Yautepec, que dio lugar a una investigación inconclusa. Y pesa sobre todo la criminalidad en el estado.
Con todo, el presidente de la República lo defiende, Morena lo postula como candidato a diputado plurinominal y el tribunal electoral le concede, a base de torturar la ley, facilidades para sostener su candidatura ¿Vale el personaje el monto del gasto o la inversión? ¿Un personaje que por alguna razón quiere hacer del fuero su refugio?
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Hacia mediados de marzo, el mandatario no tuvo empachó en manifestarle su respaldo a la gobernadora de Guerrero, Evelyn Salgado, quien ha conseguido hacer de la tragedia de esa entidad una debacle.
Al verse en la necesidad de reconocer la virtual ejecución extrajudicial del joven normalista de Ayotzinapa, Yanqui Kothan Gómez, y apoyar el despido de los secretarios de Gobierno y de Seguridad del gobierno encabezado por Salgado, el presidente López Obrador no dudó en decir: “nosotros la apoyamos, a la gobernadora de Guerrero, que no está sola”.
Del desgobierno de Guerrero, donde el actor y factor de poder que, por lo visto, Morena y el gobierno federal quieren preservar y asegurar es el padre de la gobernadora, el senador Félix Salgado, no es necesario abundar. El Sobreaviso de hace dos semanas abordo el asunto extensamente.
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A esos casos ya se sumó otro, el de la gobernadora de Campeche, Layda Sansores.
La gobernadora convirtió un problema en una crisis. El mal diseño de un operativo para disolver un motín en el penal de Kobén, adonde se envió a mujeres policías mal equipadas, haciéndolas objeto de agresión y escarnio por parte de los reos, Layda Sansores lo transformó en una rebelión en su contra, siendo que en ese estado la movilización ciudadana es algo extraordinario. Cosechó la tempestad, luego de sembrar tantos vientos. Logró unir a distintos sectores en su contra.
Ante ello y a partir de una batería de preguntas hechas en la conferencia matutina que encabeza, el presidente de la República no dudó en entrar a su rescate, el día de antier. Le manifestó todo su apoyo y confianza, destacándola como “una gobernadora honesta, de buenos sentimientos. Y, desde luego, instó a los policías inconformes “que no se dejen manipular porque hay mano negra” por parte de politiqueros, cuya identidad se reservó.
Tanto estiró la liga la gobernadora que, ahora, se le puede reventar, dejando un costo político.
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Por el pésimo manejo de los problemas que los asedian, no puede descartarse que en breve el presidente de la República entre al rescate de otros gobernadores.
No son pocos los mandatarios estatales en tal circunstancia. Aparecen Rubén Rocha que ha naturalizado la criminalidad en Sinaloa; Rutilio Escandón, quien incorporó a Chiapas a los índices nacionales de inseguridad; el potosino Ricardo Gallardo, sobre quien hay duda de en qué filas milita; Cuitláhuac García que destaca por agrandar problemas en Veracruz; y Américo Villarreal, a quien se le ubica, al parecer, en Tamaulipas.
Tal situación revela síntomas de ingobernabilidad en varias entidades donde despachan gobernadores afiliados o aliados a Morena, cuya incapacidad para llevar las riendas de su respectivo gobierno obliga al mandatario entrar a respaldarlos. Tal operación supone un costo político, cuya factura quizá no llegue a Palacio, sino a las urnas. Menudo lío le puede acarrear esos gobernadores a la abanderada de Morena en la contienda presidencial.
Defender lo indefendible tiene un costo, y éste no siempre supone una inversión.
En breve
La Universidad Nacional no se ha doblado ante la presunta ministra. ¡Qué difícil darle título a ese litigio! sobreaviso12@gmail.com @SobreavisoO
El pésimo desempeño de algunos gobernadores afines a Morena revela síntomas de ingobernabilidad. Defender lo indefendible representa un costo que, quizá, se cobre en las urnas.