El muy probable resultado electoral de la lucha por el poder no permite vislumbrar la consecuencia política ni determinar cuán posible será restablecer un mínimo de entendimiento para frenar el tránsito de la polarización al desencuentro. Por lo pronto, esa lucha deja al desnudo y a la intemperie asuntos, pendientes y problemas, así como actores y estilos políticos que revelan un grado de podredumbre peligroso en una atmósfera con olor a pólvora.
Ciertamente, impresiona ver en vivo y a todo color la lucha por el poder, pero no puede ignorarse una cuestión: se está llevando la política a su límite, al punto donde la violencia se asoma y amaga con entrar en su reemplazo. Diciéndose contrarios y distintos, los bandos en pugna se complementan en la labor de zapa de los cimientos de una democracia frágil y defectuosa. Cuidado.
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Absurdamente, llaman más la atención los sucesos en torno a la campaña electoral que la campaña en sí porque aquellos dejan al descubierto la lucha por el poder sin ropaje ni disfraz.
Desde luego, entre esos otros acontecimientos, descuella la investigación abierta por el Poder Judicial sobre el desempeño de cuatro excolaboradores del anterior ministro presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, que podrían implicarlo como presunto responsable de vulnerar la autonomía y la independencia de jueces y magistrados, con tal de satisfacer otros intereses.
Una investigación insólita con un vicio y una virtud. El vicio: el momento en que se filtró, hace patente una intencionalidad política. La virtud: la exposición detallada de los mecanismos y modos –por cierto, no nuevos ni extraordinarios– de cómo opera el más opaco de los tres Poderes de la Unión, el Judicial. Si con el lance, la ministra presidente, Norma Piña, quería exhibir a su antecesor, Arturo Zaldívar; inhibir la reforma de ese poder; y golpear a Claudia Sheinbaum, terminó por exponer la radiografía de un pilar del Estado de derecho carcomido o infectado por la corrupción desde hace tiempo.
Al margen de la suerte de Arturo Zaldívar y de Norma Piña, lo inocultable es la urgencia de revisar el Poder Judicial, aunque no necesariamente en los términos planteados por el oficialismo.
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Otra estampa elocuente de la lucha por el poder la protagonizaron dos exgobernadores tamaulipecos, resueltos a elevar a rango de cinismo el civismo político.
Al tricolor hoy verde, Eugenio Hernández, quien porta un amparo contra una orden de extradición y pretende una senaduría plurinominal, le resultó gracioso destrozar a machetazos el cráneo de un bovino equiparándolo con Cabeza de Vaca, al cual responsabiliza de su encarcelamiento por casi seis años. Al albiazul hoy morado, Francisco García Cabeza de Vaca, quien cuenta con dos órdenes de aprehensión y se encuentra prófugo, le resultó inverosímil la revocación de su registro como candidato a diputado plurinominal que le hubiera asegurado un fuero invaluable.
No sorprenden esos personajes, sí otras cuestiones. La postulación de ellos como representantes populares. El saludo de Claudia Sheinbaum a Eugenio Hernández, quien presume contar con su confianza. La decisión de Xóchitl Gálvez de nombrar a Francisco García Cabeza de Vaca como encargado del tema de seguridad en su programa. La filtración a la parte quejosa del proyecto de resolución revocando la candidatura de García Cabeza de Vaca y provocando presiones a la magistrada Janine Otálora. El voto del magistrado Reyes Rodríguez contra la derogación de la candidatura de ese personaje.
Esa estampa subraya el ansia por el poder, pero borra el sentido de éste.
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Las iniciativas de reforma a diversas leyes en trámite legislativo muestran, otra vez, la incapacidad oficialista de aprender de su propia experiencia.
Las trapacerías procedimentales más de un revés le han supuesto al gobierno y su fracción parlamentaria, así como el mal diseño y cálculo de las reformas han convertido en un bumerán a más de una… y, sin embargo, el afán presidencial de dejar un marco jurídico a la talla de su proyecto hace que el lopezobradorismo tropiece con la misma piedra. Alterar la redacción de un dictamen aprobado para someterlo al Pleno en los términos deseados, pero no acordados, exhibe la necedad de sacar los proyectos legislativos a como dé lugar, aunque su destino sea el fracaso.
El coordinador de los diputados de Morena, Ignacio Mier, atribuye lo sucedido al dictamen del Fondo de Pensiones para el Bienestar a un error humano, lo cierto es que pone de relieve el propósito no de construir un país de leyes, sino unas leyes a la medida de un país deseado y exclusivo.
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Falta por reseñar las acciones y decisiones titubeantes y medrosas de los consejeros electorales que restan legitimidad al proceso y suman motivos para que, si la distancia entre la candidata ganadora y la derrotada no es amplia el día de la jornada electoral, se abra la posibilidad de impugnar la elección y jugar con la nulidad de ella.
Ejemplos de cómo el árbitro electoral se lleva el silbato a la boca sin pitarlo hay muchos. El más delicado, la actitud ante la constante intervención presidencial en el proceso. En veintiséis ocasiones lo ha hecho y, con tiento, el INE le pide bajar la conferencia matutina del caso sin advertirle con claridad y contundencia que tal injerencia puede generar un conflicto poselectoral.
En la lucha por el poder y el agotamiento de la política, el consejo del INE no pinta ni silba como sería deseable.
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El espectáculo de la política comienza a convertirse en lucha libre en el marco de una atmósfera violenta. Cuidado.
En breve
La presunta ministra ha de estar nerviosa. Su asuntito está en manos del mismo ministro que determinará cómo proceder con el caso de Arturo Zaldívar. ¡Ay nanita!