Economista en Jefe de INVEX

El riesgo de un repunte en la inflación no subyacente

Lo que sí es seguro es que, así como baja, la inflación subyacente siempre vuelve a subir. Y en ocasiones los movimientos son abruptos.

Entre las principales presiones inflacionarias que cobraron fuerza hacia el cierre de 2023 en México, destaca la ejercida por el componente no subyacente del Índice Nacional de Precios al Consumidor (INPC), aquel que se calcula con los precios de productos agropecuarios, energía y tarifas administradas por el gobierno (derechos por suministro de agua, peaje y tarifas de transportación, entre otras).

En varias ocasiones, la inflación no subyacente se ve alterada por choques de oferta. Uno de los más notorios fue el que generó la pandemia de COVID-19, cuando las restricciones a la movilidad afectaron cadenas de suministros y la relativa escasez disparó los precios de una gran cantidad de materias primas, principalmente alimentos y energía. La distorsión fue tan severa que los precios de estos insumos se vieron afectados hasta el segundo semestre de 2022, sin que la política monetaria restrictiva que habían iniciado los bancos centrales meses antes mitigara el efecto de los choques.

Entre abril de 2020 y noviembre de 2021, la variación anual del INPC no subyacente pasó de -1.96% a 12.61%, movimiento que generó una fuerte presión sobre la inflación general. Si bien la inflación subyacente (la de mercancías y servicios) también era elevada, el crecimiento de la inflación no subyacente era preocupante, pues alcanzó su nivel más alto en dos décadas.

Justo cuando todo parecía estabilizarse a principios de 2022, el estallamiento de un conflicto armado entre Rusia y Ucrania generó fuertes distorsiones sobre los precios de alimentos y energía a nivel global. El impacto sobre México fue evidente: la inflación no subyacente pasó de 8.77% a 10.65% anual entre abril y agosto. Fue justo en agosto de 2022 cuando la inflación general alcanzó 8.70% anual, el máximo nivel del periodo pospandemia.

Durante el primer semestre de 2023, la inflación general disminuyó consistentemente gracias a una política monetaria restrictiva por parte del Banco de México que permitió una desaceleración en los precios de mercancías y servicios, así como a una caída en los precios no subyacentes. De hecho, la inflación no subyacente descendió hasta (-)0.67% anual en julio… aunque volvió a aumentar para llegar hasta 5.24% en enero de 2023 por el impacto negativo que generó el fenómeno de El Niño sobre los precios de algunas frutas y verduras.

El recuento del comportamiento de la inflación no subyacente desde la pandemia es para ilustrar no solo la volatilidad de esta categoría inflacionaria, pero también su sensibilidad. Es difícil controlar, y sobre todo anticipar, choques exógenos como conflictos armados, restricciones mundiales de oferta por parte de productores coludidos —entre ellos algunos miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo— y eventos climatológicos adversos.

Lo que sí es seguro es que, así como baja, la inflación subyacente siempre vuelve a subir. Y en ocasiones los movimientos son abruptos. Un repunte en estos momentos es algo que comprometería no solo la convergencia de la inflación hacia el objetivo de 3.0% +/- 1.0% de Banco de México (Banxico) por la presión que mayores costos de insumos ejercería sobre los precios finales de mercancías y servicios.

También comprometería uno de los argumentos que fueron utilizados por más de un miembro de la Junta de Gobierno para justificar una baja en la tasa de interés de referencia en marzo de este año. Si la política monetaria no controla el efecto de choques de oferta sobre la inflación (sobre todo si estos son externos), resulta arriesgado utilizar el argumento de una inflación no subyacente que ha cedido para justificar una política monetaria menos restrictiva.

En particular, resulta arriesgado argumentar que las afectaciones sobre la inflación no subyacente “no serían duraderas, por lo que se prevé que el proceso desinflacionario continúe en los próximos meses.”

Si por guerras (o el agravamiento de conflictos existentes), fenómenos climatológicos adversos o incluso elecciones, los precios internacionales de alimentos y energía vuelven a repuntar, la inflación general volverá a subir, aunque se mantenga una trayectoria de descenso en la parte subyacente.

Entre enero y principios de abril de este año, el precio de la mezcla de petróleo crudo WTI ha aumentado cerca de 19% y no se descartan incrementos adicionales. También vienen choques al clima durante los siguientes meses… y probablemente fuertes. De acuerdo con la agencia Reuters, de un promedio de 14 huracanes al año en el mundo, este 2024 se esperan 30 o más.

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