Con la denuncia de los partidos de la oposición a Morena y su gobierno, de estar coludidos con el crimen organizado para manipular las elecciones del pasado junio, entramos a un túnel del que podemos no salir. Acusar al gobierno de la República de prácticas criminales que ponen en cuestión su legitimidad y legalidad, de ninguna manera es cuestión menor.
Convertir el tema en una más de las opiniones cotidianas puede derivar en su banalización, pero no le resta corrosividad. Los vecinos y socios estadunidenses, pero también los canadienses y centroamericanos estarán atentos, y la propia Naciones Unidas se verá compelida a tomar parte en el asunto, cargado de explosivos de profundidad como pocos o ninguno de los que inundan nuestra sufrida actualidad.
La economía sigue su cansina marcha buscando un piso “aceptable” para proclamar su recuperación, pero su ritmo presente sigue siendo problemático. Algo o mucho al respecto dirán las ponencias que, en nombre del gobierno de la República y el Presidente, pronto presentará el secretario de Hacienda ante el pleno del Congreso de la Unión.
Aunque por lo visto hasta ahora, es probable que sigamos sin cambios significativos en la pauta de política económica adoptada desde el arranque del sexenio y confirmada con férrea convicción durante el primer pico de la emergencia sanitaria que contribuyó al frenón económico del año pasado. La presentación del nuevo secretario ante el Senado fue clara: no habrá reforma fiscal, sino firmeza recaudatoria y combate a la elusión y evasión de los grandes causantes que siempre se las arreglan para no serlo tanto. Presentación que da la bienvenida al discurso presidencial sobre las virtudes de la austeridad, republicana o no, y reitera las prioridades implantadas como acto de fe desde el año cero de la IVT. Pueden ser muchas y generosas, pero esas virtudes no se han trasladado al desempeño económico que mantiene su lentitud e incapacidad redistributiva.
Ni el gobierno ni el sistema de medios de información y comunicación parecen haber prestado la atención necesaria al periplo washingtoniano. La opacidad que rodea y penetra al quehacer gubernamental se vuelve verbo tortuoso, pero no será por la tristemente célebre “callada” que Morena y su jefe alivien la preocupación que anida en los principales nichos de la seguridad nacional norteamericana.
Algo y pronto tiene que hacer el gobierno para esclarecer el escenario; mandar saludos y felicitaciones a los bandidos puede ser vista como una “puntada” más del presidente, pero ser acusado de cómplice y beneficiario del crimen organizado es otra cosa.
De la oposición política uno hubiera esperado otro comportamiento, alejado de la ópera bufa de las efemérides del intervencionismo y entreguismo del siglo XIX. Lo que ya deberíamos tener entre nosotros, es el alegato de partidos y observadores sobre esa supuesta y desde luego indeseable complicidad. No podemos seguir bajo el falaz supuesto de que “sin embargo se mueve”, menos con la presunción de que en gobernanza y economía somos campeones de bateo.
Los números del empleo, el subempleo y el desempleo dicen otra cosa, como también el estado de la construcción y la vivienda informado recientemente por el INEGI.
En un ambiente tan viciado como el que hoy nos oprime y amedrenta, no hay ni puede haber confianza empresarial. De este túnel no hay salida fácil ni expedita y menos de insistir en seguir cavando.