Desde el mero fondo nos hablan sus supremos sacerdotes y no hay con qué ni de qué alegrarse. Las noticias son malas y podrían ir a peor, en tanto que las posibles vías de acción para salir vivos del terremoto, como le llama uno de nuestros informantes, no ofrecen hoy por hoy esperanza cierta. El mundo pues, está en peligro, pero para ponerlo en objetivo digamos que nosotros, la especie, somos los del riesgo. El mundo seguirá su marcha a través de la debacle económica y financiera y el armagedón del cambio climático y sus compañeros de apocalipsis.
Leamos unos párrafos de un excelente ensayo del economista ‘marxista’ Michael Roberts, analista de la city londinense donde seguramente todo está cociéndose: “Inflación, riesgo de recesión global, creciente desigualdad y aumento de la deuda del sur global, calentamiento global, guerra (…) Estas son las líneas de las fallas exhibidas en la economía mundial en 2022. ¿Qué se debe hacer al respecto? Es revelador considerar las soluciones que ofrecen los analistas que escriben para el FMI en su publicación mensual Finance and Development (F&D).
“El nuevo economista jefe del FMI, Pierre-Oliver Gourinchas, comienza en la edición de junio de F&D. ‘Como un terremoto, la guerra tiene un epicentro, ubicado en Rusia y Ucrania. El coste económico para estos dos países es extremadamente grande’.
“Gourinchas enumera el peaje. El primer impacto es sobre el precio de las materias primas. En segundo lugar, los flujos comerciales se han visto gravemente interrumpidos. En tercer lugar, la guerra hizo que las condiciones financieras se endurecieran. Continúa: ‘La analogía del terremoto es quizás la más adecuada porque la guerra revela un cambio repentino en las placas tectónicas geopolíticas subyacentes’.
“El peligro es que estas placas se separen aún más, fragmentando la economía mundial en distintos bloques económicos con diferentes ideologías, sistemas políticos, estándares tecnológicos, sistemas comerciales y de pagos transfronterizos y monedas de reserva. ‘La guerra ha puesto de manifiesto procesos divergentes más profundos. Necesitamos centrarnos y comprenderlos si queremos evitar el desmoronamiento final de nuestro orden económico global’”. (Michael Roberts, “La solución global: ¿privada o pública?”, https://www.sinpermiso.info/textos/la-solucion-global-privada-o-publica).
Desde México y sus provincianos acercamientos a lo que puede llegar a ser otra política para un nuevo orden global, todo esto puede sonar distante; hasta impertinente si examinamos superficialmente la agenda urdida por el presidente López Obrador y sus colaboradores para abordar la poco auspiciosa segunda visita al presidente Biden en su residencia de Washington. No hay duda de que con los días la migración desde el sur hasta el norte se vuelve un tsunami que cuestiona y hace temblar al más templado de los marshals fronterizos. Pero no hay solución para una irrupción de la magnitud que hemos vivido recientemente y de las que pueden llegar a nuestras playas y rios en cualquier momento.
Sin embargo, resultaría obligado para el Presidente y su gobierno inscribir sus tribulaciones en un contexto mayor, por desgracia más ominoso, como el que delinea el estudioso británico y a su modo, cada día más claridoso, los altos funcionarios del FMI. Será con ellos con quienes habremos de hablar para intentar dar un nuevo cauce a nuestros propios problemas de financiamiento internacional que, a juzgar por lo que dicen los camaradas del fondo, no está resuelto en lo más mínimo.
El otro gran hueco de nuestra agenda es la del crecimiento económico y la viabilidad de su sostenimiento. El Presidente llegó a la capital imperial seguido de un ‘avión cargado de empresarios’ y qué bueno. Lo que falta es que éstos, y muchos de sus congéneres, se apresten a reflexionar sobre el riesgo de no invertir y no contar con mapas que contemplen senderos y caminos para iniciar un nuevo curso de desarrollo. Que es de lo que se trata en prácticamente todo el globo y se ha convertido en asignatura no cubierta por nosotros en, por lo menos, lo que va del siglo.
Somos globales como pocos, pero el fondo no está lejos sino bien cerca.