Rolando Cordera Campos

Los sinsentidos de Hércules

Eterna repetición de la historia entre nosotros. Otra vez lo principal se nos va de las manos y mucho nos va a costar reinventar el actual litigio energético como un tema de soberanía nacional.

Al final, que esperemos no sea el de todos los tiempos, habremos aprendido y, tal vez, entendido. El punto era emular a Hércules y sus trabajos y no dejar enemigo al frente. O bien, como ha escrito Raúl Trejo, trazar y vivir una epopeya. Así fue con los programas sociales focalizados o con el Seguro Popular, y así tendría que ser con lo que parece ser la joya de la corona para Morena y su dirigente máximo: el sistema nacional generador, transmisor y distribuidor de la energía y su control y dominio, desde y por el Estado.

En el tiempo ha habido de todo: acusaciones difusas y/o genéricas; relatos nunca concluidos sobre tramas mil de saqueos y engaños; traiciones y traidores por doquier hasta saturar la reserva de los hombres no ilustres. Hasta que llegaron los sheriffes y sus amigous de la montada y mandaron parar.

Bravatas y malos chistes de por medio, otra vez estamos ante barandillas y poniendo en riesgo mucho de lo ganado y trabajado en el frente trinacional, dejando para un después tropical el abordaje adulto e ilustrado del gran desafío energético, inseparable de lo que con los días amenaza convertirse en cosa juzgada: el cambio climático y su cauda devastadora.

Eterna repetición de la historia entre nosotros. Otra vez lo principal se nos va de las manos y mucho nos va a costar reinventar el actual litigio como un tema de soberanía. En todo el discurso cuatroteísta se deja de lado el gran desafío de éste y tal vez, sin metáforas, de todos los tiempos: la provisión adecuada y asegurada de fluido que, a la vez, sea compatible con los grandes propósitos civilizatorios implícitos y cada vez más expresos en la noción de cambio climático, gran reto a sortear una y mil veces, del que pocas dudas parecen tener en el norte y desde luego en la atribulada Europa.

Entre nosotros, por el contrario, no se requiere de gran astucia para concluir que ésa no es precisamente la preocupación principal en y de las cúpulas gobernantes. Si lo fuera el debate estaría orientado a los temas de la integración energética inscritos en el cambio climático. Tampoco se requiere mayor ciencia para anotar que es mucha la cooperación técnica y financiera, a más de empresarial, que México necesita para superar a tiempo el ya mucho tiempo perdido por andar en transiciones que bien vistas nos llevan a confusiones y ofuscaciones.

En lo que ya deberían estar ocupados los técnicos y científicos que nos queden es en el diseño de capacidades e interacciones, tareas que no se resuelven con jaculatorias soberanistas; menos montando tribunales dizque populares los que, desde las consideraciones presidenciales, son los más ilustrados y preparados para perseguir y enjuiciar a quienes se tacha de traidores. Hablamos de combinaciones de fuentes de energía de bajas emisiones, de adaptaciones o reconversiones de procesos productivos y agrícolas, o de operaciones para aumentar la eficiencia, medidas necesarias entre muchas otras.

El de la energía es tema mayor y así es visto en muchas latitudes. Desde luego en nuestro norte, que además conforma nuestra mayor asociación económica que debería ser estratégica, pero entre nosotros no lo es, omisión que reclama deliberaciones responsables, informadas y detalladas.

De lo que sí podemos estar seguros es que optar por la división persecutoria, como la que parece haber emprendido el presidente, nos aleja de lo fundamental: ¿cómo asegurar la generación de energías, adecuadas y ambientalmente responsables, que el país requiere?

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