Rolando Cordera Campos

Adversidad y pasmo

Sin tregua y ni pausa, pero también sin prisa, el país se aproxima al peor de los ajustes de cuentas imaginable: la desolación social.

A pesar de ciertas señales que parecen vislumbrarse en el horizonte, indicando que podríamos estar visitando una recuperación basada tanto en el consumo privado como en la inversión, las indicaciones no son suficientes para mayor aliento; por delante tendría que ir la acumulación empresarial, a pesar del sospechoso silencio mantenido por los capitanes del capital en las últimas semanas o meses.

Curiosa economía mixta la que parece querer esta Cuarta Transformación, una a la que le falta columna vertebral, estructura sólida que vaya más allá de la fe de los leales y la furia de los justos. Solo le alcanza para depositarnos en las goteras de lo mucho que falta y, tal vez, más hemos perdido.

Sin tregua y sin pausa, pero también sin prisa, el país se aproxima al peor de los ajustes de cuentas imaginable: la desolación social, expresión pura y dura de la semidestrucción productiva y económica a la que nos hemos dado como si se tratara de un deporte de moda. Restos de un naufragio es lo que queda de tanta gesticulación, a la que se entregaron con peculiar alegría tanto algunos de los personeros de la Cuarta como el empresariado organizado y no, una vez que quedó claro y acreditado sonoramente que el desarrollo y su componente obligado de empleo y formación de capital no eran necesarios para el modelo.

Nada de transformación productiva, tampoco de fomento a capacidades para aprovechar los espacios o estructuras de oportunidad abiertos por el nuevo tratado comercial con Estados Unidos y Canadá; nada de convocatorias a reflexiones maduras e ilustradas sobre el futuro de una integración regional que se ha hecho a ciegas y siguiendo los mandatos, al parecer indiscutidos, de unos mercados rejegos a toda intervención pública desde aquí o desde arriba.

La tierra de la Gran Promesa, de la que hasta hace no mucho hablaban influyentes medios como The Economist, quedó en la cuneta. Nos encaminamos a otra “inconclusión” de nuestro desarrollo no solo esquivo sino olvidado. Un no crecimiento que se enfrenta con mayores cuotas de población no atendida ni bien empleada, menos bien pagada. Un aparato productivo y laboral ciego a las necesidades de la capacitación y la innovación.

Los vuelcos del mundo nos toman desprevenidos o, en todo caso, impreparados para atender y proteger a la población y a nuestra planta productiva de tanto tumbo. “Minucias” que no ocurren en buena parte del mundo, desarrollado y rico o no, que se aboca a enfrentar los desafíos más urgentes y agresivos de esta azarosa coyuntura que se ha vuelto tendencia ominosa, anunciando un largo plazo obscuro y sin aliento.

Mientras nos llega el apuro y el gobierno y el capital toman nota debida de las muchas carencias que nos han dejado crisis y pandemias, solo podemos esperar al chusco espectáculo de un Presupuesto de Egresos vuelto a recortar en aras de quién sabe qué prioridades presidenciales, con una pesada carga de subempleo y una brecha laboral difícil de cubrir con las recetas conocidas.

No hay terreno fértil para volver a sembrar esperanzas de cambio progresista y solo nos va quedando el recurso de nuestras capacidades de resistencia y poner proa a la adversidad que, al final de cuentas, nunca nos ha dejado.

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