Rolando Cordera Campos

La debilidad como destino

Las recesiones anteriores y la pandemia han dejado no pocas heridas y sacado a flote muchas de nuestras vulnerabilidades, no podemos resignarnos ante lo complejo.

El miedo a la recesión se extiende en el mundo, nos advierte Enrique Quintana en su columna del lunes y, frente a esa eventualidad, entre nosotros no parece haber capacidades estatales para, por lo menos, modularla. Los impactos de una recesión global podrían ser desastrosos para muchas economías, pero si es que en verdad la crisis que iniciara en 2008 nos enseñó algo es que las recesiones no pueden ser transmutadas químicamente, pero sus efectos sí pueden ser modulados y evitar consecuencias destructivas en gran escala.

Todavía no sabemos bien a bien qué le pasó a la estructura productiva mexicana, de por sí concentrada y heterogénea, con la caída económica sufrida en el año terrible de 2020. Intuimos que el empleo y la ocupación en general resintieron daños considerables, pero poco sabemos si, por ejemplo, su recuperación ha significado por lo menos volver a una situación previa a la pandemia, tampoco sabemos si los pequeños y medianos negocios y los muy pequeños pudieron resistir el desplome y regresar a una normalidad, de por sí “rara”, compuesta de empleos precarios y mal pagados.

Suponiendo que la recuperación hubiera “reubicado” a trabajadores y empresas y que los magros apoyos fiscales y los nada accesibles de la banca del desarrollo cumplieron su propósito, lo cierto es que no hay respuestas contundentes, entre otras cosas porque ni la banca está preparada para proteger y promover a ese tipo de empresas ni el Gobierno Federal cuenta con los recursos suficientes para desplegar una efectiva red de protección social y del empleo para hoy y para mañana; tampoco los programas sociales en curso están pensados para proteger y promover a los trabajadores, ni la prioridad central del gobierno y del país es la generación de empleos buenos. Habrá que ver cómo interpreta la autoridad responsable de la nueva política industrial, esta ominosa circunstancia.

No solo estamos “a la intemperie” ante las recesiones globales, internamente los resortes para actuar con eficacia y oportunidad están oxidados. Por lo pronto, la economía se desliza a ras del piso y el Estado, como mecanismo promotor y anticíclico, no ha funcionado. Ausencias que es necesario seguir señalando: el Estado debe cumplir con esas misiones y, la sociedad organizarse para coadyuvar a esos emprendimientos o reclamar su pronta puesta en práctica.

Las recesiones anteriores y la pandemia han dejado no pocas heridas y sacado a flote muchas de nuestras vulnerabilidades, no podemos resignarnos ante lo complejo. La función de la política diversa, plural, democrática, calificativos que es necesario seguir subrayando, es construir un mejor presente y un futuro promisorio.

Una sociedad que se postra, que se resigna a la espera de panes y peces, no tiene destino.

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