Rolando Cordera Campos

De futuro (hoy)

Nuestro viaje hacia el futuro no puede seguir evadiendo el reconocimiento del presente y sus raíces más actualizables. Menos condenar al pasado al ostracismo intelectual y memorioso.

Todos a una, los aspirantes priistas a la candidatura presidencial del 2024 claman por la unidad y reglas que le den sentido, no sin arriesgar la idea poco o nada explorada por los partidos de un “gobierno de coalición”. El futuro, dicen querer los priistas, está por hacerse y a ellos debe corresponderles por lo menos un tramo de esa un tanto mítica, pero inevitable, (re)construcción.

Hablar, imaginar, idear el porvenir ha sido y lo sigue siendo hazaña y rito humano, tan arcano como la especie misma. Los arúspices aprenden a tejer y destejer, sin ser capaces de ofrecer mayores instrumentos para dar a “eso” que viene un perfil deseable y creíble. Los planes vienen y vendrán, pero sin una voz clara, no podrán concretar realidades novedosas de mejoramiento personal y social ni cimentar, así sea mínimamente, mejores contextos para los hijos.

Mejoría para la descendencia que, por cierto, se ha perdido entre las brumas de una transformación que no por radical sería menos abrupta, cuyas principales promesas no se cumplieron y, al no ocurrir así, la realidad de la que se parte en búsqueda de ese futuro deseable, prefigura dificultades y disonancias que profundizan las brechas e incertidumbres que perfilan tiempos duros de los que, diría E. L. Doctorow, no parece fácil salir. Mucho menos sortear.

Nuestro viaje hacia el futuro no puede seguir evadiendo el reconocimiento del presente y sus raíces más actualizables. Menos condenar al pasado al ostracismo intelectual y memorioso. La caída casi vertical del PIB en 2020, por ejemplo, probablemente diezmó la tortuosa y siempre inextricable arquitectura de la producción de pequeñas y medianas empresas, centenares de establecimientos donde se alojan las mayorías trabajadoras y de las que viven miles de empresarios de la supervivencia y la esperanza en una modernidad que no acaba de llegar.

Qué pasó con los cientos de miles de jóvenes que se alojaban en esas actividades, lábiles y débiles, pero esenciales para medio conservar la cohesión y estabilidad sociales que nos quedan, es una situación que podemos imaginar y empezar a discernir gracias a la estadística robusta del INEGI y el Coneval y a las investigaciones que realizan la UNAM, la Ibero, el Colegio de México, el Centro Espinosa Yglesias o el Tecnológico de Monterrey, a través de su Centro de Investigación Económica y Presupuestaria.

Me atrevo a proponer que en materia de información no podemos quejarnos, pero sí exigir cada vez más. Si a estos gigantes del estudio y la producción informática agregamos la proeza de la Conabio que nos enorgullece a todos, lo mismo que nos indigna el trato que le ha dado el gobierno y sus seguidores a su fundador y guía, José Sarukhán, tenemos no solo un marco poderoso y flexible de referencias múltiples, sino la posibilidad de establecer canales de comunicación fluidos entre empresas y centros e instituciones nuestros y extranjeros.

Nunca había contado el país, la sociedad, con tal cantidad de información. De ahí un primer contraste, un obligado reconocimiento, para considerar en eso del futuro a construir. Si, por ejemplo, comparamos lo que sabemos hoy de la cuestión social, convertida en plaga y bochorno para todos los mexicanos, con lo que se ha hecho en los últimos cuarenta años para enfrentar la desgraciada situación social, tendríamos que admitir que lo hecho ha sido poco o muy poco. Que como señalara el estudioso Rosanvallon, nunca habíamos hablado y sabido tanto del tema y hecho tan poco para abatir sostenidamente la pobreza y proteger a los más débiles, para promover destrezas, habilidades y conocimientos de los jóvenes y contribuir al mejoramiento de las potencialidades educativas y técnicas como inmejorable edificación para un porvenir que, por más desdibujado que ahora esté, es posible plantearnos, realistamente, y generar una dinámica de crecimiento económico diferente a la seguida, orientada expresamente a recuperar nuestras capacidades, habilidades y destrezas.

Una estrategia dirigida a la construcción de acuerdos económicos y entendimientos políticos que oriente nuestros emprendimientos; una gran suma de esfuerzos y voluntades, sectores y grupos, políticos y candidatos, destinada al reconocimiento de nuestros problemas y potencialidades, tarea primera de la búsqueda de nuevos senderos de desarrollo.

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