Rolando Cordera Campos

Carlos Tello Macías

El autor destaca las tareas públicas, académicas, diplomáticas, pedagógicas del profesor emérito de la UNAM: Carlos Tello Macías.

Hoy, la Facultad de Economía de la UNAM honra la trayectoria de Carlos Tello Macías, uno de sus maestros eméritos. Comparto con los lectores de El Financiero una versión de mi participación en merecido homenaje

Carlos Tello Macías: celebramos una vida y homenajeamos con entusiasmo al servidor público ejemplar, el maestro estudioso de los clásicos y de los avatares de la economía mexicana; al comprometido economista político que desde fuera y desde el corazón mismo del Estado pugnó por abrir las puertas para construir un país más democrático y menos injusto, como gusta resumir su credo.

Carlos fue un hombre de Estado y del Estado. Y fue, contra viento y marea, un reformador socio económico y un reformista político democrático. Así trazó sus coordenadas y surcó los duros y crueles mares de la política en y del Estado.

Desde aquellos años sesenta en la Secretaría de la Presidencia, su dedicación al servicio público es completa. Entonces se empeñó en dar racionalidad y visión de largo plazo al ejercicio de planificación en que se había empeñado el gobierno mexicano y que concluiría en un muy interesante Programa de Acción del Sector Público 1965-1970. Fue entonces que, gracias a la propuesta de Jesús Silva-Herzog Flores, tuve el privilegio de colaborar con Carlos en el equipo de la Secretaría de la Presidencia, comandado por él, para dar sentido y perspectiva a una Comisión para la Planeación en la que participaban varias secretarías de Estado y muy destacados economistas. Junto con Rafael Izquierdo, representante de Hacienda, conformaron un eficaz secretariado técnico de esa comisión.

Años después, en 1977, el presidente López Portillo designó a Carlos secretario de Programación y Presupuesto, responsable de llevar a cabo no sólo un programa sino toda una reorganización del sector público para convertir a la programación en forma de gobierno y al Estado en actor principal del proceso de modernización y desarrollo que el país reclamaba.

Carlos encabezó un magno esfuerzo intelectual y político para convencer al sector público en su conjunto de la bondad de la misión, sobre todo a la luz de lo que parecía inevitable: la nueva riqueza mexicana redescubierta gracias a los yacimientos petroleros descubiertos. La ambición se desbordaba y la necesidad de racionalizar el quehacer público no se veía entonces como algo necesario; en opinión de Carlos y sus colaboradores era, por el contrario, una tarea indispensable.

El empeño fue desestimado por el propio presidente que lo había encargado y Carlos presentó dignamente su renuncia. Aquellos compromisos y sueños, compartidos por un enorme contingente de servidores públicos, técnicos, profesionistas, políticos, quedó en reserva. Como lo experimentamos nosotros ahora.

Tuve el privilegio de acompañar a Carlos en ambos emprendimientos; el de 1965 y el de 1977 y hoy puedo decir que no sólo se trató de un honor sino de un tiempo de aprendizaje intenso e inolvidable. Como lo vivieran mis queridos Lalo (Eduardo) Pascual y su hermano Toño; Felipe Riva Palacio y muchos más que compartimos el entusiasmo de Carlos y la no menor decepción por los bloqueos impuestos desde el mismo Estado, en particular de su llamado sector financiero.

Qué decir de su relación, cercanía y compromiso con la Universidad Nacional. Desde la escuela de Economía, hoy facultad, Carlos ha sido presencia cotidiana en sus pasillos y aulas. Ejemplar maestro, crítico pedagógico. Como pocos, Carlos ha sabido equilibrar una trayectoria impecable en el sector público y en la academia. Leer sus libros es acercarse a las entrañas, por así decir, de la Secretaría de Hacienda, el Banco de México, el Instituto Indigenista… Su mirada es honesta, ha empeñado sus mejores esfuerzos por hacer, y bien, las tareas encomendadas. Saber combinar reflexión, investigación y acción; conocimiento riguroso y quehacer político de tiempo completo y largo plazo, como también gusta decir, es una de sus características.

En La revolución de los ricos, Carlos Tello y Jorge Ibarra tuvieron el acierto de poner a circular ideas en nuestro medio de las que entonces no se hablaba mucho y nos proponen entender los vectores de una mudanza sistémica, histórica, en el capitalismo contemporáneo. Nos invitan a asumir, con profundidad, que la crisis que actualmente se vive no se gestó ayer, obedece a una serie de prelaciones equivocadas asumidas en diferentes momentos cuya evidencia central es el mal funcionamiento de la economía vista bajo cualquier mirador que tenga al medio ambiente, a la cuestión social y el empleo como indicadores fundamentales de, y para, una globalización renovada.

Es verdad que muchas cosas más podrían decirse sobre las tareas públicas, académicas, diplomáticas, pedagógicas de Carlos. Prefiero decirle a él, decirlo hoy, que para mí es y ha sido un privilegio compartir un camino de invenciones y reflexiones en favor de un México justiciero y civilizado, libre y democrático. Un camino por hacer del desarrollo nacional una perspectiva amplia, incluyente. Una opción abierta para todos.

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