Opinión Rolando Cordera Campos

Desarrollo económico con igualdad (I)

Requerimos proyectos capaces de entender que para un nuevo desarrollo se requiere tener como bases la igualdad y a la sostenibilidad ambiental.

La problemática ambiental

(…) plantea con toda claridad un

grave conflicto entre los intereses

de los sectores empresariales y el desiderátum

de proteger a ultranza el hábitat humano(1)

Convocados por UNCTAD, Aspen Institute México y PUED, un grupo amplio y plural nos dimos a la tarea de discutir el pasado martes y miércoles en torno a "Un Nuevo Acuerdo Global por el Desarrollo Sustentable en México", como se denominó el evento que tuvo como base para las reflexiones el magnífico "Informe sobre el comercio y el desarrollo 2019" elaborado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo. En esta entrega y en la siguiente ofreceré una serie de notas de mi intervención.

Desde diferentes miradores, en el evento se fueron tejiendo discusiones en torno a un nuevo acuerdo para un desarrollo sustentable; sobre el tipo de políticas necesarias para tener crecimiento alto con igualdad y sustentabilidad ambiental; sobre el contenido y las implicaciones de un green new deal para México. De la importancia de asumir la emergencia, apurar y apuntalar una nueva cultura que valore y respete su entorno; una ética ambiental que, por serlo, postula la superioridad de un aprendizaje democrático que no niega la ilustración ni la ciencia sino que se inspira y nutre de ellas para construir un efectivo consenso planetario que condense la defensa de la naturaleza como LA gran empresa de la humanidad, como la ruta hegemónica de un proyecto global y planetario.

Uno que, congruentemente, pueda entenderse y defenderse como eso: proyecto global, planetario y renovador de nuestros pensamientos fundamentales sobre la especie, su entorno y su futuro; es decir, como las nuevas Tablas de Sabiduría destinadas a iluminar y asumir el progreso humano.

Lo que está a prueba es si la comunidad humana es capaz de entender y asumir en toda su extensión civilizatoria los dilemas de la emergencia y la fatalidad, los del reclamo imperturbable de la pobreza por un lado y, por otro del cambio climático, así como las evidencias abrumadoras del deterioro irreversible. "Las sociedades humanas, como nunca en la historia, han impactado el funcionamiento natural del planeta", afirmó recientemente la doctora Julia Carabias y agregó: "(…) desechamos volúmenes de residuos contaminantes muy por encima de los que la naturaleza puede absorber, incluso con la ayuda de la tecnología".

En el mismo sentido el doctor José Sarukhán, exrector de nuestra UNAM, advirtió la celeridad de los procesos al señalar que "en un lapso muy corto nuestra especie ha tenido un impacto gigantesco en la Tierra (…) nunca antes en la historia del planeta se habían registrado los niveles de incremento de dióxido de carbono (…)".

También nuestro químico Nobel Mario Molina llama a "movernos hacia economía sustentables (…) cambiar el uso de energías (…) (si bien) lo ideal sería parar la producción de los combustibles fósiles". Aunque, de cara a los magros resultados, por calificarles de alguna manera, de la cumbre realizada en Madrid en diciembre pasado, donde las delegaciones de los casi 200 países asistentes no lograron ponerse de acuerdo en definir la regulación de los mercados de emisiones de carbono, deja poco margen al optimismo.

Sin duda, en el caso de México, los retos son enormes; uno es poder migrar al uso de nuevas fuentes de energía (voluntad política, tecnológica, fiscal). Cabe decir, empero, que en 2015 del total de energía que utilizaba, 90 por ciento provenía de combustibles fósiles y si se le compara con China y Estados Unidos está por arriba. Y que en 2018 nuestro país ocupaba el lugar 32 de 61 países evaluados sobre acciones contra el cambio climático en el Climate Change Performance Index.

Por ello, aunque no sólo, es que requerimos contar con arquitecturas globales pero también nacionales, capaces de entender que para que un nuevo curso de desarrollo pueda desplegarse requiere tener como bases de apoyo del crecimiento económico a la igualdad y a la sostenibilidad ambiental. Dicho en otras palabras, requerimos ser capaces de un acuerdo que combine la cuestión ambiental, la estabilidad financiera y la justicia económica. Para ello, es necesario que las políticas se acompañen de recursos para ir apoyando renovados sistemas de energía que contribuyan a descarbonizar la economía. Multiplicar esfuerzos y traducirlos en políticas tanto globales como de Estado.

(1) Víctor L. Urquidi, Otro siglo perdido, México, FCE, 205, p. 522.1

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