Rolando Cordera Campos

Desde el arrecife

Saltar del arrecife a la playa no será fácil, porque se requiere arrojo y determinación, hay que considerar además que no hay astillero a nuestro alcance.

El presidente López Obrador y su partido Morena abrieron la temporada de patos y las escopetas se han mostrado solícitas. Siempre listas podrían decir, a pesar de que el calendario republicano ordene lo contrario.

El secretario de Hacienda está señalado para bailar con la más fea, pero el resto del equipo conductor de la economía y las finanzas debería poner ya sus barbas al remojo. La economía no da de sí y si bien hay brotes por todas partes, gracias a la apertura gradual de actividades, lo importante no aparece por ningún lado.

El consumo privado, nos reporta INEGI, se desplomó cerca de 20 por ciento entre el primero y el segundo trimestre del año, y comparado con 2019 la caída fue peor. Los programas sociales de transferencias no pudieron compensar el impacto del encierro. No podían hacerlo porque no están para eso, salvo que sus montos y enfoques se reconformaran, pero nada de esto inmutó al presidente para que presumiera de su eficaz efecto antidepresivo.

No solo el famoso programa energético de inversiones conjuntas sigue ausente, sino que a la generación de energía le acechan crisis que deben evitarse; de un lado al otro del diapasón económico hay, en el mejor de los casos, señales de atonía, o de abandono de la plaza en el peor. Y los fugados parecen ser de todo tamaño.

Del informe reciente de INEGI vuelve a sobresalir la caída casi libre en la formación de capital cuyos descensos dejarían paralizado al más valiente de los trapecistas. Entre el primero y el segundo trimestre, el declive inversionista fue de 29.8 por ciento y en términos anuales de 34 por ciento.

Sin exagerar, cada punto negativo en la inversión bruta juega no solo contra la demanda agregada actual, sino contra la creación o el despliegue de potencialidades futuras que no se podrán compensar con el simple paso del tiempo o la simpatía que el Presidente pueda incitar en sus interlocutores de las cumbres del capital nacional e internacional. En materia de decisiones de inversión las cosas no son tan fáciles y muchas de ellas son parte de la bruma histórica que siempre rodea la evolución capitalista.

El subsecretario Yorio admite la posibilidad de incurrir en más deuda si las circunstancias cambian, como debe hacerse en política económica, pero abusa de las obviedades de la estática económica. "La recuperación puede ser rápida, dice, porque la crisis se diseñó como medida sanitaria, pero los factores de producción-empresas, capital y fuerza de trabajo están ahí".

Habrá que ver cómo quedan las hojas de balance de esas empresas que como "están" pueden dejar de estar; también, qué han hecho esas personas que según el subse "desafortunadamente están desempleadas, pero están listas para regresar a trabajar…" (Dora Villanueva, La Jornada, 22/09/20, p.19). En todo caso, el Presidente en su participación virtual en la asamblea general de la ONU corrigió al subsecretario y presumió el éxito y la singularidad de su programa económico.

Resucitar la idea y el canon de una economía mixta, nunca un dogma, no ha sido fácil ni está claro que eso sea lo que busquen el gobierno y sus aliados en la empresa privada. Expresamente, ninguno ha admitido que uno de los grandes problemas de México sea la penuria estructural de las finanzas del Estado; en tanto que los funcionarios responsables de su cuidado y modulación se cuidan todos los días de no incurrir en herejías, como la conveniencia de una reforma tributaria, fiscal o hacendaria; también evitan hablar de injusticia fiscal y carencia de mecanismos redistributivos, omisiones históricas de todos los que se han encargado del Estado.

No sé si lo que nos afecta es una crisis abierta de representatividad; lo que sí es claro es que la representación política en los aparatos del Estado hizo mutis una vez que el presidencialismo aquel hizo lo propio. Da la impresión de que nuestros gobernantes se piensan intocables y resguardados por aquel dicho de que "no hizo igual con ninguna otra nación". O, como insistía con sorna nuestro amigo Armando Labra, éste es y será siempre el país de las maravillas.

Encallados estamos y los juegos de Nintendo al uso para evadir los temas y enredos fundamentales también quedan bajo la furia del oleaje en un arrecife inclemente y cruel. Varados y apenas protegidos por los restos del naufragio, se nubla la visión y la memoria sufre embates de amnesia.

Se perdieron los viejos entendimientos que tenían que ver, siempre o casi siempre, con la adopción de compromisos para construir o inventar formas de producción asociadas con algún tipo de mañana colectivo. Y con el reconocimiento activo de la interdependencia como matriz principal del orden mundial y nacional, como lo enseñó Roosevelt al promover la fundación de la ONU. Los afanes del gobierno, en torno a una mítica recuperación del presidencialismo centralizado suenan a mala broma.

Una y otra vez se han enumerado retos, pero el interlocutor no ha estado dispuesto a montar un diálogo que pueda rendir frutos cooperativos e innovadores en materia productiva y (re)distributiva. Sin esta siembra a varias manos, el consenso logrado ayer por el candidato, del que busca alimentarse el hoy presidente, pierde fuerza y aliento frente al demoledor impacto sanitario y económico sobre parte importante de la población y del territorio.

La disputa por los recursos públicos, que significan control, pero también capacidad de satisfacción de necesidades sociales elementales, puede adquirir ribetes de luchas de suma cero; no solo por la precariedad de los medios al alcance sino porque los horizontes de acción y empeño se reduzcan y nublen. Sin duda, panoramas catastróficos y no sólo para la salud sino para la convivencia.

Si saltar del arrecife a la playa no será fácil, porque se requiere arrojo y determinación, hay que considerar además que no hay astillero a nuestro alcance. Hacer las cuentas de los restos debería ser la primera tarea después del ciclón y de que empecemos a poder ver a la distancia.

Con todo, la apuesta debe estar cimentada en que nuestras comprensiones básicas, forjadas a lo largo de años en que la adversidad marcó la pauta, sigan con nosotros y evitemos desbarrancarnos sobre las afiladas rocas y el agreste oleaje.

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