Rolando Cordera Campos

La inconclusa mutación

En foros y paneles de discusión puntual y general se deben empezar a colocar los cimientos de un cambio de rumbo gradual pero consistente.

La necesidad de un cambio en la manera de hacer las cosas públicas se expresó con fuerza el pasado mes de julio. En la elección y después de ella, la expectativa creció sin encontrar pisos intermedios que permitieran algunos momentos de reflexión. De aquí, tal vez, el panorama de desencuentros y dudas, imprecisiones y apresuramientos que ha acompañado los primeros cuatro meses de gobierno.

El presidente parece convencido de que sus formas de comunicación, con la sociedad o con 'su pueblo', son suficientes para mantener las expectativas de cambio y hasta para tomar decisiones en materias tan complejas y delicadas como la política exterior y su diplomacia frente al gobierno de Estados Unidos y su intemperante y bravero presidente. Cuyas amenazas no deberían menospreciarse sobre todo si, como nos lo acaban de anunciar, las previsiones sobre el crecimiento económico se mantienen a la baja sin contar con protecciones eficientes para una cuestión social que no podrá sino agudizarse por sus lados más agrestes.

Preguntar(se) sobre nuestra capacidad de aguante se ha vuelto indispensable, pero más nos valdría examinar nuestra disposición a apoyar medidas abiertamente contra cíclicas, con o sin el beneplácito de las calificadores. A nadie le conviene seguir en las goteras de la recesión, menos a un gobierno comprometido con 'su pueblo'. Contrato que, de manera inequívoca, implica mayor crecimiento y mejor redistribución de sus frutos. Por ello, facilitar la deliberación es no sólo necesario sino urgente aunque, conviene reconocer, en esta materia tenemos un déficit mayor, dadas las maneras de hacer política y política económica que la coalición gobernante ha adoptado y quiere generalizar.

La formación de un consejo económico y social ha sido demanda añeja de sindicatos y académicos y, a pesar de la experiencia internacional conocida, no ha tenido una respuesta adecuada. Tampoco parecen haber afanes deliberativos en las comisiones y centros de análisis y estudio del Congreso, por lo que la revisión de políticas y reformulación de objetivos e instrumentos brilla por su ausencia.

Conformar una plataforma de pensamiento y circulación de ideas y arriesgar su evaluación sobre la marcha debiera ser práctica permanente del Congreso y, también de los medios de comunicación, pero se ha instalado un juego barato de ocurrencias en un vano afán por ganar la carrera a las 'benditas' redes sociales.

Elevar la mirada sin perder el suelo; asumir lo vital que es pensar en el mediano plazo para acercarse al largo plazo, tendría que ser un propósito superior compartido por partidos, legisladores y analistas. En foros y cenáculos, conversatorios y paneles de discusión puntual y general, se deben empezar a colocar los cimientos de un cambio de rumbo gradual pero consistente, articulado por la decisión nacional de no permitir la recesión y prepararse para cambios sustanciales en nuestras pautas distributivas, en especial en los salarios y la agreste cuestión fiscal que nos condena.

De ser este el camino a seguir, la comunicación con el pueblo, cimiento inicial del prometido nuevo régimen, tendría plataformas de recreación de la política y ampliación de las estrategias. Lo que toda democracia madura requiere como oxígeno.

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