Rosario Guerra

Día de Muertos en Acapulco

Los empresarios calculan al menos dos años para reactivar Acapulco. No es lo mismo que reconstruirlo, lo que tomará más tiempo.

Cuando supo que el huracán Otis era categoría 5, mandó un tuit y se fue a dormir. Dice que perifoneó por Acapulco. ¿Pero dónde se localizaron los refugios? ¿Qué medidas se tomaron? ¿Por qué no entró el Ejército y la Marina a resguardar? ¿Por qué no actuó Protección Civil? ¿Dónde andaba la Gobernadora? ¿Cómo se preparó a la sociedad para recibir a un mortífero huracán? ¿Por qué se fue por tierra el presidente a Acapulco, en lugar de tomar un helicóptero? ¿A qué fue a Acapulco si no coordinó ayuda? ¿Por qué volvió a desaparecer la Gobernadora? ¿Cuántos muertos hay en realidad en el puerto? ¿Es el narco disfrazado de Fuerzas Armadas el que realiza asaltos y decomisos? ¿Por qué no los pueden detener?

Ante estas preguntas y otras más, la respuesta de AMLO fue CH…a su…! Los opositores y la prensa que aprovechan la desgracia para atacarlo. Dice por razones electoreras. Se enoja con la cobertura de medios. México no recibe ayuda de países hermanos. Nadie se solidariza con los guerrerenses, e incluso, el presidente ataca a las organizaciones de la sociedad civil por querer participar con ayuda. Centraliza todo en el Ejército. Sin un plan, sin un censo, en una ciudad fantasma.

Luego medio rectifica, pero nada propone para calmar el hambre y la sed, mucho menos para reconstruir Acapulco, eso sí promete una feliz Navidad, sin decir cómo o por qué. Ofendido por su propia ineptitud y su falta de solidaridad con un pueblo que sufre la devastación, la pérdida de empleos, de hogares, de trabajo. Llegan los servidores de la nación y empiezan a levantar el censo una semana después. Se rehacen carreteras y ya no se impide la llegada de ayuda. Los patrullajes no son eficientes y los pobladores se autodefienden de saqueadores armados.

Sin luz, imposible empezar a trabajar, pues no hay herramientas. Tampoco hay maquinaria suficiente y disponible para limpiar y recoger escombros. Las fotografías del destino turístico por excelencia de los capitalinos son desgarradoras. Muchos perdieron sus condominios y casas vacacionales, dejando sin empleo a otras miles de familias. Sin dinero, no funcionan los bancos, no hay cajeros, los habitantes sobreviven buscando entre escombros. Es denigrante.

Los empresarios han tomado la iniciativa para formular un plan de rescate, ante la ineptitud del gobierno. Establecieron mesas de trabajo y llamaron al gobierno para una coordinación. Calculan al menos dos años para reactivar Acapulco. No es lo mismo que reconstruirlo, lo que tomará más tiempo. Y los prestadores de servicios se convierten en personal de limpieza, obras, soldadores, carpinteros, y todo lo que pueden tener como habilidades para la reconstrucción.

Sin agua, se esperan brotes epidémicos que pueden cobrar vidas de infantes. Sin fumigación, en una ciudad que huele a muerte, los mosquitos se reproducen y pueden transmitir enfermedades. No hay hospitales que funcionen adecuadamente. Tampoco hay apoyo de las Fuerzas Armadas para prevenir enfermedades y atender a la población con padecimientos. No hay recursos. El gobierno dice tener un fondo de 14 a 17 mil millones de pesos. La reconstrucción se estima en 15 mil millones de dólares.

El SAT ya activó ayudas para no pagar impuestos, pero no los condonará. CFE no cobrará un servicio, que no presta, hasta febrero. La desaparición del Fonden se condena en el Congreso de la Unión. Piden el dinero de los megaproyectos presidenciales para Acapulco. El gobierno acudirá a un bono catastrófico por 485 millones de dólares, afirma SHCP, pero el plazo vence en diciembre al parecer. AMLO señaló que anunciará el plan para rescatar Acapulco, con todo su gabinete legal y ampliado.

Más de 296 niños, niñas y adolescentes, según cálculos de UNICEF, han sido afectados. El cierre de escuelas perjudicará a muchos de ellos. Los padres estarán en busca de la sobrevivencia y los menores quedarán solos, con miedo, con afectaciones a su salud emocional. Puede haber una mala nutrición, contagio de enfermedades, falta de atención médica, de agua potable y de higiene, por falta de sanitarios y lavamanos.

En los poblados rurales, muchos incomunicados, ya se registran, según reportes, enfermedades infectocontagiosas, según Medical Impact. Esto se registró en las consultas que esta organización atendió en San Agustín y Barra de Coyuca. Del resto del estado poco se sabe por incomunicación. Pero el hambre y la sed aprietan.

El huracán Otis tuvo una evolución muy atípica. De tormenta tropical fue cobrando fuerza, a huracán 2 y para la tarde subió a 5, la más destructiva categoría, como lo reportó 10 horas antes el Centro Nacional de Huracanes de EU al Servicio Meteorológico Nacional. Es cierto que era imposible prevenir un fenómeno de este tipo. Los fenómenos naturales siempre nos han golpeado, sismos, huracanes, en fin, somos un país de altos riesgos. Por eso se creó el Fonden, hoy sustituido por bonos catastróficos.

Lo que no era previsible es la ineptitud de los tres niveles de gobierno para resguardar a la población, establecer refugios, prever alimentos y agua. Llamar a las Fuerzas Armadas y a la Guardia Nacional, se hizo a destiempo. Y no se frenó el saqueo. Aún no conocemos el número real de fallecidos en este huracán. Pero lo que sí ha quedado registrado en la memoria nacional es la falta de previsión, de acciones para atender la emergencia, de carencia de recursos públicos, de la desaparición del Fonden, de la destrucción del bello puerto de Acapulco, solo, con hambre y con sed.

Se puede discutir si hubiese sido posible proteger a más de un millón de habitantes ante la llegada inesperada de un huracán tan peligroso, que no se instalarían refugios en poco tiempo, y que no se avisó a la población; lo cierto es que el gobierno ha fracasado en su respuesta posterior al fenómeno y eso no se puede negar. Tampoco los medios pueden dejar de informar.

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