A 22 días de la elección, son los ciudadanos los que deciden. Ni las encuestas, ni los partidos. Son los ciudadanos los protagonistas, y han citado a una marcha este 19 de mayo en el Zócalo para expresar, más allá de colores o de pertenencias, el aliento de la ciudadanía para decidir su voto por Xóchitl Gálvez y por Santiago Taboada. No es un evento partidista, los organizadores asumen los costos de micrófonos y pantallas. Los asistentes se organizan para llegar al Zócalo, según su propia decisión. No hay acarreos, ni premios. Hay un deber cívico: decidir su voto.
Decidir puede ser difícil. Sin embargo, los excesos han allanado el camino para tomar la decisión correcta. Nunca más el país de un solo hombre. Nunca más los caprichos para guiar a un país multicultural y plural. Nunca más los abrazos y la impunidad contra el crimen organizado que mata a miles de mexicanos. Dice AMLO sin violencia, pero descuartizados, exhibidos los cadáveres, torturadas las víctimas, amarrados, golpeados, no es una forma digna de morir, y si es muy violenta.
Decidir si se anula la suspensión del juicio de amparo es dotar al gobierno de impunidad para actuar en la ilegalidad y atropellar los derechos humanos. Es acabar con la defensa ciudadana contra actos arbitrarios de la autoridad en todos los aspectos aplicables. Es darle al Ejecutivo carta blanca para todos sus caprichos. El presidencialismo potenciado.
Decidir que la amnistía se otorgue discrecionalmente es alentar la impunidad. Todo queda en el criterio presidencial, se trate de un proceso o de una condena. Así, AMLO trata de protegerse más allá de su mandato y cobijar a sus hijos y a sus cómplices. La corrupción ha crecido de una manera pública y depravada. Pero no habrá castigo, incluso hasta se ahorran las investigaciones. Que sigan el Ejército y la Guardia Nacional patrullando, sin inteligencia, ni estrategia, porque en realidad no buscan a nadie, ni pueden actuar contra nadie.
Decidir robarles a los más pobres, a los más desprotegidos sus ahorros, en lugar de buscarlos para que los reciban es un acto de crueldad. Es una avanzada para ver si pueden echar manos del ahorro de millones de trabajadores para financiar al gobierno, porque ya se gastó el fondo de estabilización, los fondos de los fideicomisos públicos.
La deuda creció exponencialmente y ahora representa el 50 por ciento del PIB. ¿Qué recibimos a cambio? Una refinería costosísima que no funciona. Un Tren Maya carísimo, sin utilidad y que deberá subsidiarse. Un AIFA sin vuelos y con una línea aérea quebrada, Mexicana, desde que inició operaciones. Y subsidios a Pemex para evitar la quiebra, en lugar de salvarlo con inversiones privadas en exploración y explotación. Decidir que solo existe una verdad es una falacia.
Decidir todo y sobre todos, sin bases científicas, sin beneficios sociales o económicos, sin conocimiento de causa, eso hemos vivido en este sexenio. Ya no queremos más presidencialismo trasnochado. ¡Basta! Es momento de decidir un cambio. No de Tlatoani, sino del sistema de gobierno.
Decidir acotar al presidencialismo, siempre topó en pared en las distintas reformas políticas, que pese a todo avanzaron para crear un sistema más plural y democrático, con alternancia, órganos autónomos especializados que garantizaron nuestros votos, que sustrajeron decisiones técnicas y especializadas de un ámbito político sin conocimiento de problemas. Estos contrapesos hoy son vistos como un peligro para el poder presidencial. En efecto lo son. Que los especialistas decidan las mejores prácticas y políticas públicas mejora nuestras vidas.
Decidir anular todo contrapeso al poder presidencial es un grave retroceso que pone en riesgo al país, que al querer imponer un solo pensamiento cancela libertades, diversidad y una pluralidad que aportan distintas visiones para formular mejores soluciones. Es negar a la sociedad su derecho a decidir con libertad.
Decidir oponerse es lo correcto. Votar por un gobierno de coalición que abra los espacios de la toma de decisiones a la pluralidad es un avance. Es frenar el cáncer de un presidencialismo que carcome instituciones, dilapida recursos y fracasa en cada paso que da. Las mentiras no alcanzan a cubrir el desastre. Acapulco fue la primera víctima de la desaparición del Fonden, que se ocultó tras un montaje presidencial que simuló acceder por carretera, y no había paso. Tomar un helicóptero era sencillo, pero frente a la tragedia ¿qué podía decir? Mejor atorado en el fango, como su gobierno.
Decidir el futuro de México es lo que está en juego. O un régimen más centralista, más presidencialista, que concentre recursos públicos y decisiones. O un nuevo gobierno de coalición, donde las decisiones se tomen en forma colegiada, sin caprichos, con base en evidencia científica y participación ciudadana.
Varios millones, y yo me cuento en ellos, vamos a decidir este 2 de junio qué queremos para México. Las cosas para el frente opositor pintan bien en la Ciudad de México, en Morelos, Veracruz, Guanajuato, Jalisco con Movimiento Ciudadano, Yucatán, en Puebla el intento de asesinato del candidato opositor está influyendo en la elección, en Chiapas y Tabasco hay menos oportunidades, pero hay una buena presencia que no existía meses atrás.
Decidir quién tendrá mayoría en el Congreso de la Unión es quizá tan importante como la elección presidencial, pues sin mayorías parlamentarias, gobernar implica negociar. Morena aspira al menos a mayoría simple con sus aliados, pero en senadurías y diputaciones la batalla también se ha cerrado y no se perciben mayorías calificadas. Está en riesgo la autonomía de la SCJN, pues en octubre el Senado deberá nombrar nuevo ministro y puede cambiar la correlación de fuerzas y si gana Morena podrá sacudirse sentencias contra inconstitucionalidad y controversias constitucionales, lo que fortalecería al presidencialismo, se logre o no la elección de jueces y magistrados, que sería, ahí sí, el completo desmantelamiento del Poder Judicial.
Decidir es una gran responsabilidad con el futuro de México. Razona tu voto.