Como presidente, Andrés Manuel López Obrador emula a Vicente Fox: ataca a opositores que contienden en campañas para tratar de descarrilarlos. La duda es si, como le ocurrió al panista de tan mala memoria, AMLO no provocará que crezcan en preferencias y posibilidades aquellos a quienes busca desbancar.
El movimiento político del presidente de la República ganará en Baja California, dicen los momios. Pero fuera de esa entidad, la competida franja fronteriza podría tornarse en un territorio adverso al mandatario.
Al menos en el papel, la contienda en Sonora se le ha complicado a Alfonso Durazo, el candidato de López Obrador en esa entidad. Sin una campaña lucidora, el exsecretario de Seguridad y Protección Ciudadana de magras cuentas y bochornosos episodios (liberación de Ovidio) parecía enfilado a la victoria el 6 de junio. El otro candidato puntero, Ernesto Gándara, no exhibía ganas, garra, empuje o deseo de victoria –elijan el término que más les agrade–. Pero este lunes Ricardo Bours abandonó la nave naranja y se adhirió a la campaña de Gándara. Al comentar sobre su decisión, el sonorense que iba en la tercera posición ha dicho en la radio que la contienda se trata de ir contra el Presidente y su enviado.
El sonorense Gándara se ha mostrado cauto en sus intervenciones, y si bien desangelada, su campaña se presenta como esas que llaman ‘de propuesta’. Ahora es previsible que Bours incorpore a la candidatura del Borrego –como lo apodan– el ruido que tanto necesitaba. Y parte de ese ruido será contra el presidente López Obrador.
Se suele decir que atacar al Presidente en una campaña no es redituable. AMLO es, en términos generales, popular y, encima, la figura presidencial suele convocar respeto a pesar de quienes hemos tenido y tenemos en esa posición. Pero López Obrador ha cruzado líneas en estas elecciones que pudieran resultarle contraproducentes.
El lance de Andrés Manuel y su fiscalía nada autónoma en contra de los candidatos punteros en Nuevo León, y lo mismo las pesquisas a modo, desafuero exprés incluido, que le han endilgado al gobernador Francisco García Cabeza de Vaca, de Tamaulipas, pueden reanimar en los norteños un sentido de identidad regional que le resulte caro a Morena en las urnas de esa región del país, de por sí poco afecta a los partidos de izquierda, o del corte del que promueve López Obrador.
El año pasado el partido del Presidente sufrió una clara derrota en Coahuila, única entidad junto con Hidalgo (donde también perdió Morena) que tuvo elecciones en 2020.
Una victoria del PAN en Chihuahua, una del PRI embozado (Gándara renunció a su militancia) en Sonora y una de Movimiento Ciudadano en Nuevo León darían a la oposición argumentos para quitar de la mesa el discurso de carro completo ‘inevitable’ que pretende el oficialismo lopezobradorista. Y si encima en Tamaulipas los panistas arropan a su gobernador con victorias tanto en los municipios como en las diputaciones locales y federales, se probará que AMLO cometió un error al emprenderla contra los norteños.
Si bien atacar al Presidente no es rentable, como quedó claro en 2006 cuando AMLO le dijo chachalaca a Fox, lo contrario podría serlo: el regionalismo, que tiene tantos lados negativos, le habría cobrado la afrenta al mandatario federal de tratar de ganar a como diera lugar, incluyendo el echar mano de la UIF y la FGR.
Veremos qué cosecha López Obrador en el norte de la República, donde hay voces que temen que las elecciones no sólo acaben en tribunales, sino que el plan del Presidente incluya reventarlas judicialmente si los votos le son adversos.