Antes de las elecciones presidenciales de 2018 en San Luis Potosí se contaban historias de terror de los Gallardo, padre e hijo que para entonces ya habían sembrado la simiente de un cacicazgo. Tres años después, el vástago ha recibido la bendición del Presidente que prometió combatir la corrupción y la impunidad en México.
Ricardo Gallardo fue en 2021 candidato del PVEM a la gubernatura potosina pero todo mundo sabía que en realidad era el pollo –así le dicen– de Mario Delgado. Y todo mundo sabe que este presidente de Morena hace exactamente lo que le dice Andrés Manuel López Obrador.
En las campañas de las pasadas elecciones los hechos confirmaron que la candidata de Morena a la gubernatura fue puesta para el sacrificio, porque lo que el partido oficial quería es que Gallardo, experredista y diputado con licencia, se convirtiera en el nuevo mandatario estatal. Así que el del PVEM era el candidato oficioso.
La maniobra resultó además exitosa luego de los errores del PAN de Marko Cortés, que sacrificó a quien parecía el mejor candidato –Xavier Nava, alcalde potosino de apellido de arrastre en esa entidad que terminó, irónicamente, de candidato municipal morenista–; el líder nacional panista no ganó para su partido el estado, pero sí abrió la puerta de la alcaldía al PRI, cuyo candidato ganó San Luis capital.
Los serios problemas de Gallardo con la justicia son conocidos y él dirá que quedaron aclarados –siempre manda cartas a la redacción al respecto–. Pero los temores de que ese estado haya caído en las peores manos posibles no quedan disipadas con las misivas que envía.
El triunfo de este candidato –que fue recibido en Palacio Nacional por un López Obrador sonriente– supone además el retorno del PVEM como dueño de una gubernatura. La verdad que en todo caso se trata de un negocio de mutua conveniencia: los llamados verdes le prestaron el vehículo partidista al junior gallardista y éste les dejará algunas parcelas de la entidad potosina.
Los Gallardo construyeron un dominio territorial en San Luis Potosí luego de imponerse en las alcaldías conurbadas de Soledad de Graciano Sánchez y San Luis capital. Manejaron esos municipios con lógicas clientelistas al más puro estilo de pan y circo. Se volvieron influyentes igualmente en medios digitales que les ayudan a contrarrestar informaciones críticas.
Ha habido ciudadanos valientes que denunciaron diversas irregularidades, pero a pesar de que perdieron la capital hace tres años, lograron colar a Ricardo chico a San Lázaro como perredista y desde ahí forjó alianza con Morena. El resto es historia.
El PVEM le ha hecho terribles servicios a la patria. Son el modelo más inescrupuloso de nuestra partidocracia. El alumno más adelantado de la cínica forma de perseguir el poder que se ha instalado en México en las últimas décadas.
Ahora se prestaron –perdón, la verdad es que no se prestan a nada, seguro fue un buen negocio– a aupar a un personaje de pasado oscuro, de habilidades más que dudosas.
Las elecciones del 6 de junio aún darán mucho de qué hablar. Las dirigencias nacionales de la coalición opositora han demandado formalmente la nulidad de la elección potosina al reclamar que Gallardo rebasó por 24 por ciento los topes de campaña. Veremos qué dicen los tribunales electorales al respecto.
Desde 2021 se ve muy lejos el tiempo en que AMLO parecía una esperanza de que personajes de la trayectoria de Gallardo, marginados por el hoy Presidente en las presidenciales de 2018, vieran truncos sus sueños de encumbrarse en la política. Hoy Andrés Manuel hasta les pone manteles largos.