La Feria

El presidente que pone gobernadores

Lo que atestiguamos no son anécdotas de la picaresca de la política mexicana, ni asuntos relativos a eso que se conoce como el estilo personal de gobernar.

En el fin de semana en que el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció que Adán Augusto López Hernández sería el nuevo secretario de Gobernación, también decidió el nombre de quien entraría al relevo en la gubernatura de Tabasco.

“Fue una decisión que asumimos de manera conjunta”, reconoció López Hernández el 27 de agosto en entrevista con Emmanuel Sibilla. Ese viernes Tabasco era un mar de rumores sobre quién llegaría a la Quinta Grijalva. Eran rumores ociosos pues la decisión estaba ya ejecutada. Carlos Manuel Merino Campos, hasta el jueves de esa semana superdelegado del gobierno federal en la entidad, había sido ungido por AMLO para lo que resta del sexenio, y lo demás era un trámite.

¿Se contó para el nombramiento de nuevo gobernador con el visto bueno del Presidente?, quiso saber Sibilla. “Sí, claro -contestó López Hernández- para qué mentirle a los tabasqueños, hay que decirles cómo fue”.

En otras palabras, el presidente de la República eligió, él y no el Congreso tabasqueño, a quien habría de sustituir al mandatario que había surgido de las urnas pero que se mudaría a Ciudad de México.

Si en el Congreso de la Unión las mayorías morenistas, con sus convenencieros aliados, dejaron en claro durante el pasado trienio que sólo aspiraban a ser una correa de transmisión de la voluntad presidencial, y para nada un poder independiente, ahora tenemos ejemplos de la reinstalación de atribuciones metaconstitucionales del titular del Ejecutivo para ordenar cambios en espacios de soberanía que no le corresponden.

Lo anterior queda más que expuesto con el caso de Tabasco, pero también podemos preguntarnos sobre lo ocurrido en las elecciones de Sinaloa.

López Obrador cuida al máximo dos cosas. Un maniqueo discurso de que Morena y quienes se le suman son buenos y el resto, malos… y pagar favores a sus aliados, estén donde estén.

Sin rubor el primer mandatario mete toda la centralista mano en el proceso para sustituir a Adán Augusto. Y tampoco le incomoda ahora remover a una diplomática de carrera que tenía poco tiempo en España para enviar ahí a un priista del que siempre se dijo que su única vocación era no confrontar al tabasqueño, y menos en los comicios donde se renovaría la gubernatura de Sinaloa.

Lo que atestiguamos no son anécdotas de la picaresca de la política mexicana, ni asuntos relativos a eso que se conoce como el estilo personal de gobernar. Es Andrés Manuel haciendo grilla, lo que mejor sabe; mas a contrapelo de otros intereses.

Instala un gobernador en su tierra pues no va a descuidar el espacio de poder que ocupará incluso cuando deje la presidencia de la República; y por otra parte, con la noticia de que Quirino Ordaz se irá de embajador en España premia a un priista que nunca le representó resistencia o problemas en detrimento de una embajadora de carrera que llevaba en Madrid poco más del año.

AMLO dice que lo hace porque a México lo puede representar gente de otros movimientos. ¿Se imaginan a López Obrador improvisando como diplomático a Cabeza de Vaca en vez de aventarle a la FGR?

Con el movimiento de Tabasco López Obrador deja muy en claro que en Morena ni sus diputados pueden opinar sobre el gobernador a quien han de nombrar. Y con el de la embajada en España refuerza la idea de que en varias entidades las elecciones fueron un trámite de un pacto previo. Y de paso divide a la oposición.

La grilla manda por encima de la voluntad popular. Como en los viejos tiempos del PRI.

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