La Feria

SLP: un mes de ominosos signos

Lo que se teme de San Luis Potosí es que dejará de ser un estado estratégico para ser un mal remedo de la federación: dádivas y subsidios.

Ricardo Gallardo Cardona ha cumplido un mes al frente del gobierno de San Luis Potosí y lo que se ha visto en estas semanas no augura nada bueno.

El pvemista de ocasión nombró un gabinete con al menos tres características: conviven personajes que lo han acompañado a él y a los suyos en los más –seamos eufemísticos– escabrosos pasajes, esos de graves acusaciones; están los que por su propia cuenta han estado involucrados en episodios polémicos fuera del entorno gallardista, y otros a quienes observadores locales nomás no les encuentran perfil idóneo.

Del primer grupo se puede mencionar a gente que llegó a la Secretaría de Gobierno potosina: José Guadalupe Torres Sánchez, conocido como parte del esquema denominado la Ecuación Corrupta, mediante el cual desde el Congreso del estado se presionaba a alcaldes para limpiarles las cuentas públicas a cambio de moches. Si quieren leer un recuento de esos nombramientos, el reportaje de Proceso del 10 de octubre pasado, firmado por Verónica Espinosa y Victoriano Martínez, contiene un escándalo prácticamente por cada párrafo (https://www.proceso.com.mx/reportajes/2021/10/10/san-luis-potosi-gabinete-tono-con-el-gobernador-273595.html).

Entre los nombramientos sorpresivos, de aquéllos que han aparecido en polémicos episodios fuera de San Luis Potosí, está el de Lilia Malvido Flores, quien era la directora adjunta de administración en el extinto Bansefi cuando éste se vio envuelto en el escándalo de la impresión de tarjetas duplicadas para beneficiarios de apoyos por los terremotos de 2017 en Chiapas y Oaxaca (https://contralacorrupcion.mx/tarjetasbansefi/).

Malvido era brazo derecho de Virgilio Andrade y nunca pudo dar una explicación satisfactoria de por qué usaron para esas tarjetas una tecnología que podía ser hackeada fácilmente, y que estaba desautorizada por el Banco de México, a la hora de mandar a hacer los monederos en los que el gobierno de Peña Nieto depositaría apoyos económicos para miles de damnificados.

Ahora, ella tendrá a su cargo el Sistema de Financiamiento para el Desarrollo, un organismo que apoya a micro, pequeños y medianos empresarios. El monto que manejará ese instituto ha llamado la atención de columnistas locales como Juan José Rodríguez, quien no recuerda precedente de que vía ese mecanismo ahora se darán apoyos por mil millones de pesos (https://pulsoslp.com.mx/opinion/pero-que-necesidad/1375517).

El caso es que cuando los Gallardo, padre e hijo, han sido alcaldes, han destacado –es un decir– por sus políticas clientelares. ¿Qué tal que ahora Malvido Flores encabece un esfuerzo donde se pueden hacer perdedizos los apoyos o suplantadas las identidades de los supuestos beneficiarios?, se cuestionan los observadores locales.

Finalmente, en el gabinete están otros personajes, por ejemplo el mexiquense Mowgli Sandino Gutiérrez Juárez, que fue nombrado en la Junta Estatal de Caminos. Como se sabe, Gallardo llegó por una jugada del PVEM, de forma que no se descarta que algunos nombramientos de fuereños sean las cuotas de pvemistas como Arturo Escobar o Jorge Emilio González, mal llamado el Niño Verde.

En todo caso, la duda es para qué está el gobierno de San Luis Potosí pidiendo millonarios créditos –se habla de uno quirografario de mil millones de pesos y uno de mil 500 millones, el primero no requiere permiso del Congreso estatal– si no hay nada que acredite en la trayectoria de Gallardo o en su plan de gobierno algo que pueda ser considerado de visión estratégica. No se rían.

Si bien el viernes pasado se constituyó el Coplade, que en seis meses debe presentar el plan estatal de desarrollo, lo que se teme de San Luis Potosí es que dejará de ser un estado estratégico para ser un mal remedo de la federación: dádivas y subsidios. Y encima escándalos.

COLUMNAS ANTERIORES

Las motos no son el problema
Presidenta Sheinbaum, ¿y la protección a los migrantes?

Las expresiones aquí vertidas son responsabilidad de quien firma esta columna de opinión y no necesariamente reflejan la postura editorial de El Financiero.