Luego de la embestida en su contra, Alejandro Alito Moreno ha logrado mantenerse al frente del PRI. Así comienza agosto, como un sobreviviente, y aunque Morena le hace el vacío en la Cámara de Diputados, hoy no luce improbable que concluya su mandato partidista el año entrante.
La permanencia de Alito como líder nacional tricolor ha sido vista como una buena noticia para el morenismo. Le han convertido en un lastre para la imagen de la alianza opositora, que se presumía como una opción renovada y no corrupta del prianismo. El no concluir la operación de acoso y derribo instrumentada por la gobernadora (es un decir) de Campeche permitirá a Morena seguir tundiendo a tan fructífera piñata.
Pero los escandalosos e ilegales audios que le filtraron a Alito no lo convirtieron, hasta hoy, en un paria. No para Acción Nacional y no para el Partido de la Revolución Democrática. Sus aliados en la alianza no lo dejaron caer, pero ¿están listos para ir hasta las últimas consecuencias con el autor de dichos que ya son un clásico, como ese de que antes que asesinarlos es mejor matar de hambre a los periodistas?
En la política se comen sapos y cosas aun más desagradables. El PAN de Marko Cortés decidió tragarse a Alito. Fain. Fue el precio que el líder nacional panista estuvo dispuesto a pagar a fin de cuidar la alianza opositora.
Ahora la pregunta es cuándo dará el panismo el siguiente paso, cuándo mostrará para qué quiso abrazar a Alito: el partido opositor que tiene más legisladores y más gubernaturas parece sumido en el pasmo.
Porque la inacción pública de la oposición es peor –en términos de oportunidad política– que los empujones y escándalos de la elección de delegados de Morena.
Este fin de semana vimos algunas irregularidades en el proceso morenista para elegir a los 3 mil representantes de su congreso en septiembre. En la jornada del sábado hubo de todo: desde acarreos, denuncias de compra de votos, copiosa participación y hasta conatos de bronca. Al final veremos cuán desaseadas fueron realmente esas elecciones. Pero una cosa es cierta: una vez más, así sea a gritos y sombrerazos, la gente tuvo una nueva muestra de que Morena es la única organización que claramente sigue en su ruta hacia 2024.
En las últimas semanas Alito fue a Europa y a Estados Unidos para mostrar músculo, para evidenciar que quiere seguir en la pelea, que no le han derrotado, que no se va a rajar.
Su candidatura presidencial (no se rían) fue un sueño campechano que, si alguna vez tuvo la más mínima posibilidad, ésta se evaporó al segundo audio que le sorrajó desde Campeche su paisana. Esa aspiración, a la que Moreno dedicó estamina al arranque del año, colapsó al probarse aquel dicho que reza que “uno tiene las filtraciones que se merece”.
Alito ahora se dedicará a retener el poder partidista y a construir la candidatura de la alianza. Y a remolcar a un PAN sin tracción ni vigor, que no muestra deseos para convertir el proceso de selección de aspirante opositor (a) a 2024 en una gran conversación nacional; o si quiere desde el Legislativo dar una batalla política y mediática con una agenda que les posicione y evidencie que Morena no trabaja en el Congreso. Que no muestra claramente si va a querer o no va a querer dar la batalla.
Marko parece indigestado. ¿Será por tragarse los audios? ¿O por el miedo de lo que vendrá con detenciones como la del sábado, cuando por presunta corrupción cayó en CDMX un brazo derecho de su brazo derecho, Jorge Romero?