Al inicio de sexenio, Raquel Buenrostro fue poderosa oficial mayor de Hacienda. Luego, en el arranque de 2020 Andrés Manuel López Obrador le encargó el SAT, donde su poder se tradujo en apretones a algunos de los grandes contribuyentes. Ahora, AMLO la ha desempoderado.
El ruido de este mes, lleno de sonoras renuncias en el gabinete, puede causar confusión. En forma alguna Buenrostro vive un buen momento. El poder de Buenrostro va a la baja, a pesar de las múltiples interpretaciones de que su jefe le ha encargado aplicar su duro estilo al sector que atiende la Secretaría de Economía, de la cual ahora es titular.
En el papel, secretaria de Economía es más que oficial mayor y más incluso que la cabeza de una dependencia tan robusta, y temida, como el Sistema de Administración Tributaria. Pero estamos en el sexenio de los encargos, no de los cargos.
Ella, como oficial mayor de Hacienda tenía influencia transversal en buena parte del gabinete. Concentró tareas en el terreno de las compras del gobierno –al punto que descarriló el sistema de abasto de medicamentos, que aún padece las consecuencias de tal estropicio–. De forma que su poder iba mucho más allá de la secretaría en la que formalmente estaba inscrita, y –más importante– tenía desde entonces el oído presidencial: se brincaba a los secretarios.
Ese mismo acceso al ocupante de Palacio Nacional continuó desde el SAT. Al Presidente le encanta saber cuánto entra a caja cada día, así que intercambiaba mensajes cotidianos con Buenrostro. Y, por supuesto, ésta fue el puño que, a nombre de AMLO, apretó a (algunos, nunca a todos) grandes contribuyentes para que se desistieran de juicios, amparos o esquemas contables con los que escamotearon, legal o tramposamente, impuestos. ¿Palomita para Raquel? No porque al mismo tiempo atrofió el sistema de citas.
Ahora ha aterrizado en Economía. Y lo ha hecho con la guadaña. ¡Guau! Qué demostración de autosuficiencia: llegar a trabajar en algo que nunca has hecho y prescindir, desde la primera semana, de talento y experiencia, y encima a la mitad de complejas negociaciones en el T-MEC y de un entorno mundial harto delicado en lo económico.
Eso no es una manifestación de poder; es un desplante de quien se siente empoderado, cosa que es muy distinta. Al legítimamente poderoso no le estorba el talento, ni le apena aprender de subalternos.
Encima, y por desgracia, la Secretaría de Economía no le interesa mayor cosa al actual Presidente. Ni sus mecanismos de promoción y aliento a las industrias, ni sus múltiples sistemas de trámites y controles, ni la agenda internacional ni la innovación ni la cooperación ni la sustentabilidad ni el nearshoring, nada nada. Muy probablemente ahora Buenrostro aparecerá menos en el radar presidencial.
Claro que en una de esas el encargo del Presidente es que ella encabece un patriótico apretón a la patronal. En ese caso, Raquel –que les sabe las tripas a todos esos santos barones–, ya ha recibido la bendición de quienes serán extorsionad… digo, invitados a hacer un esfuerzo extra para el bienestar. Qué si no ese es el mensaje de la foto divulgada el jueves por el Consejo Coordinador Empresarial, donde sus integrantes la arropan. El viejo PRI, el del pase de charola, se habría sonrojado.
Ojalá me equivoque y Buenrostro me desmienta con mejora regulatoria, facilidades para inversionistas, apoyos a Pymes, creatividad, diálogo... Ojalá. Sería entonces una poderosa secretaria. Me temo que ese no es su encargo, me temo que chocará con Marcelo y que extrañará el poder de la Oficialía Mayor y del SAT.