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Reforma electoral: ¿Honrará Monreal a Lamadrid?

Para Ricardo Monreal la aprobación de las reformas en materia electoral es un asunto que lo confrontará con su pasado: con el legado de Lamadrid, a quien considera su maestro.

Ricardo Monreal conoció en 1988 al jalisciense José Luis Lamadrid (1931-2003) y “desde ese momento, me hice inseparable amigo de él”.

La vida, ya se sabe, pone duras pruebas. Monreal tendrá en sus manos la posibilidad de dinamitar, o defender, buena parte de lo que Lamadrid ayudó a construir: nuestro sistema electoral.

Si Monreal aprueba en el Senado lo que en materia electoral ya impuso Palacio Nacional en San Lázaro, su viabilidad fuera de Morena se extingue sin remedio. Si intenta de verdad detener el embate de AMLO contra el Instituto Nacional Electoral, pudiera tener futuro en la oposición. Pero independientemente de eso, tema que por supuesto no es menor, para Ricardo será un asunto que lo confrontará con su pasado: con el legado de Lamadrid, a quien considera su maestro.

En abril de 2021, como primer ponente de la Cátedra José Luis Lamadrid de la Universidad de Guadalajara, Monreal contó que fue de éste de “quien escuché por vez primera el término ingeniería constitucional”. Dijo también que para él fue “inspirador” el aporte del jalisciense en términos electorales.

A lo que se refiere Monreal es descrito por Arturo Núñez en un texto que vale la pena traer a cuenta. En José Luis Lamadrid. Una sola pasión: la política (Miguel Ángel Porrúa, 2004), el exgobernador de Tabasco narra cómo se hicieron dos reformas electorales, y detalla, sobre todo, la aportación de quien fuera cuatro veces diputado y una, senador por Jalisco.

Suya es, dice Núñez en el texto con el que homenajeó en ese libro colectivo a Lamadrid, “la solución adoptada ante la problemática que se enfrentaba en relación con la autoridad responsable de organizar los comicios, constituyó la medida más trascendente”.

Núñez se refiere al entrampamiento que se vivía en las negociaciones para la reforma política de 1988-1989. El PRI se negaba a soltar la mayoría en la representación en el órgano electoral, y la oposición rechazaba cualquier esquema que de saque la condenara a la minoría.

Cuando luego de 400 horas de negociaciones ambas partes seguían en un callejón sin salida, Lamadrid, siempre según Núñez, propuso “una solución diferente, novedosa, que permitiera a la vez lograr la imparcialidad buscada”.

“Lamadrid reflexionó en el sentido de que si el gran reto era construir una autoridad electoral que garantizara a todos los actores partidistas juego limpio en el desarrollo de los procesos electorales, era necesario acudir al ámbito del servicio público en el cual, a través de la historia, la humanidad había logrado la mayor imparcialidad posible: la magistratura responsable de la impartición de justicia. (…)”.

“Fue así como maduró la propuesta de que la función electoral (…) pudiera ser realizada por un organismo público de carácter autónomo, profesional en su desempeño, que sería la autoridad en la materia. Lamadrid había sembrado así la tesis embrionaria que habría de llevar a la creación de lo que después, en la legislación secundaria, se denominaría oficialmente el Instituto Federal Electoral”.

En esa reforma en la que participaban Núñez y Lamadrid por el PRI-gobierno, se dispuso que “la participación de los consejeros magistrados en la toma de decisiones sería completada, en el nivel de ejecución de las tareas, con la permanencia e inamovilidad en los cargos mediante la creación de un servicio civil que, a la manera de la carrera judicial, garantizara”, entre otras cosas, “la profesionalización de los servidores públicos del IFE”. Exactamente lo que hoy Morena pretende desaparecer.

“Este hombre era un gigante”, dijo Monreal en la UdeG hace año y medio. ¿Qué hará Ricardo con parte del legado de su amigo y maestro?

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