Qué fácil es para Andrés Manuel López Obrador decir que lo de Uber en Cancún se está exagerando. Total, cuando él va a ese destino tiene camionetas o helicópteros para salir del aeropuerto como mejor le plazca.
Para casi todos los demás, aterrizar ahí es resignarse a desembolsar mil pesos: la tarifa del taxi a cualquier punto de la zona hotelera nunca es menor a esa cantidad. Y de ahí para arriba. ¿Exagerado pedir que, como en el aeropuerto capitalino o el de Guadalajara, sea posible pedir un Uber que, encima –normalmente–, es más económico?
Dirán los que saben que no, que uno podría tomar un camión en el aeropuerto para irse a Cancún con un costo más módico. Que hay opciones, dirán. Ya los veo subiendo con toda la familia, flotis incluidos, para irse a la central, donde al bajar… los esperarán los taxis que no dejarán que llamen a un Uber para llegar a su destino final.
Pero no nos confundamos. Uber no es el problema (y acaso tampoco la solución, pero ese es otro tema).
El problema es que el gobierno, los gobiernos, dejan al ciudadano a la deriva, a merced de grupos que se han enquistado y que Morena, el partido que dijo que rompería las cadenas de los monopolios y poderes fácticos, le hace al tío Lolo cuando se trata de intereses de los cuales se ha beneficiado, como los transportistas.
Cancún tiene un problema de movilidad mayúsculo. Es notable cómo siendo la ciudad turística más importante de México es, al mismo tiempo, un ejemplo de las deficiencias institucionales del país.
En diciembre fue noticia que un mal operativo vial, en una obra que lleva meses, provocó todo un desastre internacional. Los pasajeros de vuelos domésticos y foráneos hicieron cuatro, cinco o más horas al aeropuerto. Muchos terminaron caminando kilómetros. Muchos perdieron su avión. Un desgarriate propio de la falta de gobierno.
Esta semana el bloqueo a los turistas y locales fue a manos de los taxistas, enardecidos porque el fallo de unos magistrados federales abrió la posibilidad a que Uber circule en ese puerto.
Tendríamos que haber advertido el tamaño de la amenaza: el día que iban a sesionar los magistrados, en la primera semana hábil de este año, elementos de varias corporaciones tuvieron que custodiar la sede judicial ante la posibilidad de que los taxistas irrumpieran.
La protesta de éstos ocurrió esta semana y ha escalado: ya también atentan contra turistas internacionales, y Estados Unidos ya lo avisó a sus ciudadanos. Nice.
A pesar de eso, AMLO dijo que es un tema local y que confía en que la gobernadora Mara Lezama va a resolverlo. A la nueva titular del Ejecutivo de Quintana Roo la están calando; veremos de qué está hecha.
Y, por supuesto, este tema importa más allá de los turistas: los bloqueos y el monopolio afectan también a los trabajadores locales.
Se habla de que mañana viernes habrá un boicot en contra de los taxistas. Se habla de que les van a revocar licencias.
¿Uber es el bueno y los taxistas los malos? No necesariamente. Pero algo nos dice de la necesidad de más opciones, si vemos que el 11 de enero, apenas se supo el fallo de los magistrados, se dispararon en casi 200 por ciento las solicitudes de una licencia de Uber… y en similar proporción las agresiones de los taxistas a los conductores de plataformas.
¿El Tren Maya resolverá el problema? No sueñen, porque en una de esas para tomar ese ferrocarril habrá que tomar un… taxi. Tema local, ajá.