Ricardo Monreal visitó el martes a la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum. Con esa cita el zacatecano acepta que hay una puntera en la carrera por la candidatura presidencial de Morena, y alimenta la versión de que el líder de la bancada morenista del Senado podría ir por la Ciudad de México. Si ese fuera su objetivo, ¿qué otros pasos tendría que dar?
Monreal gastó 2022 dando tumbos entre quedarse o irse de Morena. Su personalidad e independencia le granjearon la animadversión de Palacio Nacional. El senador ha dicho cosas discordantes de las que pronuncia o pretende Andrés Manuel López Obrador. Y también llegó a coquetear con pasarse a la oposición.
Ésa fue la circunstancia del zacatecano durante muchos meses del año pasado. Pero al final, como se sabe, ni rompió con el Presidente ni se fue a ningún lado. Al someterse ganó la ansiada mención por parte del gran elector de que él también era corcholata.
Pero está lejos de representar una amenaza a los punteros. Sheinbaum y Marcelo Ebrard le sacan mucha ventaja en conocimiento y en predilección.
Por ejemplo, en la encuesta del 17 de enero de EL FINANCIERO, a la pregunta de quién prefiere que sea el candidato de Morena, entre población abierta 11 por ciento dijo su nombre, lejos de quienes encabezan ese rubro: CSP, con 25 por ciento; en segundo lugar va MEC, con 23 por ciento y hasta Adán Augusto López Hernández le ganó, con 14 por ciento.
Y cuando se le pregunta eso sólo a morenistas, le va peor. Entre la base del obradorismo punteaban entonces MEC, con 35 por ciento, y CSP, con 33 por ciento; AALH, con un nada despreciable 20 por ciento y, al final, RMA, con apenas 9 por ciento.
Si va en serio en su aspiración, Monreal Ávila debería ver los números con claridad, porque se antoja muy difícil que le alcancen los tiempos para remontar esa distancia en los sondeos. Sobre todo porque una cosa es que el zacatecano haya sido integrado a la baraja presidencial, y otra muy distinta que la base del morenismo le vea con simpatías.
Porque si con un sector debería esforzarse el senador para hacer una operación cicatriz es con la base de AMLO. Él lo sabe, no por nada en más de una ocasión ha pasado de largo a presentarse en actos masivos con el mandatario: conoce de los riesgos de una rechifla mayúscula, de la descalificación de eso que tanto gusta al Presidente: vox populi, vox dei.
Monreal puede presumir, en cambio, que es bien visto en sectores moderados. De acuerdo con un interesante ejercicio realizado por el encuestador de EL FINANCIERO, Alejandro Moreno, es el precandidato morenista que más al centro del espectro ideológico aparece. Pero eso es parte de lo que el voto duro obradorista le podría recelar (https://www.elfinanciero.com.mx/opinion/alejandro-moreno/2023/01/27/la-geometria-politica-de-las-corcholatas/?outputType=amp).
Por otro lado, ser visto como alguien más al centro no es una mala cosa si pretende convertirse en candidato a jefe de Gobierno, nominación que perdió hace seis años. Pero ha de operar en los dos carriles: seducir al voto duro, que le ha de perdonar lo que se ve como una traición en las elecciones de 2021, y retener a los moderados capitalinos.
Y, lo más difícil, decidir oportunamente si quiere cambiar de banda, si pedirá ser medido para la capital y bajarse de la carrera presidencial. Porque en CDMX también ya inició la competencia, y en ésta ya hay perfiles sólidos del entorno lopezobradorista que no necesariamente dirán “ay, Ricardo, qué gusto, bienvenido a la pelea”.
Descartarse y encartarse. De lo contrario podría quedar –de nuevo– como el perro de las dos tortas.