La Feria

Claudia y el ‘reality’

Seis personas sometidas a una prueba de vida o muerte política bajo el escrutinio de una opinión pública que al final tendrá algo que decir, pues el o la ganadora saldrá de una encuesta.

En cuestión de días veremos si fue buena idea cambiar una parejera sucesoria por este concurso tipo reality show donde seis preclaros lopezobradoristas se jugarán en tiempo real, y con la mira en las encuestas, sus chances como abanderados del lopezobradorismo.

La parejera obvia era la de Claudia Sheinbaum contra Marcelo Ebrard. Ambos arrancaron el sexenio cerca del presidente López Obrador, y los dos fueron de los pocos colaboradores de Andrés Manuel que lograron destacarse a lo largo de estos años.

Y ambos estuvieron a nada de ver sus aspiraciones frustradas con la caída de la Línea 12 del Metro, donde fallecieron 26 personas y quedó lesionado un centenar. Salomónicamente (perdón, rey Salomón) AMLO decidió salvar a los dos de la responsabilidad de esa tragedia al hacerlos corcholatas.

Fue precisamente tras la caída de los trenes en la estación Olivos cuando más claramente se vio –con el surgimiento de filtraciones y ataques en la prensa– que una real confrontación entre Sheinbaum y Ebrard podría ser muy dañina para el movimiento.

Quizá por eso tenemos hoy el reality show de la interna morenista. Seis personas sometidas a una prueba de vida o muerte política a partir de hoy bajo el escrutinio de una opinión pública que sabe que al final tendrá algo que decir, pues el o la ganadora saldrá de una encuesta.

El diseño del reality en cuanto a mecanismo que permite algo parecido a una competencia real, y no una simulación, pudo haber dejado en paz a un Ebrard, que se quejaba de la falta de piso parejo, pero bien poco favor le hace a una Sheinbaum, que de inmediato se convierte en la rival a vencer.

La hasta este viernes jefa de Gobierno ha punteado en múltiples encuestas, pero si esa primacía flaquea no sólo el excanciller se verá beneficiado, sino que los otros cuatro participantes advertirán que sus posibilidades crecen al tambalearse la líder en los sondeos.

Esa es la explicación del video filtrado el miércoles, ese donde vemos a Sheinbaum reclamar a Alfonso Durazo el haber permitido que Ebrard llegara con porra al evento del domingo.

Quien filtró el video quiso dejar mal parada a la gobernante de la capital, sabedor de que el machismo premia las demostraciones de carácter en los hombres tanto como las castiga en las mujeres. Por eso el rayón a Sheinbaum pudo venir de cualquiera de los cinco restantes, no sólo de MEC.

Una cosa parecida se ha comenzado a decir en el ámbito de las encuestas: ¿favorece a CSP el que ahora en la boleta simulada que se pasará a los encuestados haya seis caritas y no sólo dos? ¿A ella que en casi toda parejera iba adelante?

Por años el círculo cercano al Presidente alimentó la especie de que Marcelo Ebrard era necesario pero no deseable, que su eventual candidatura sería una amenaza de regresión, abrirle la puerta al retorno de lo que el lopezobradorismo abomina.

En contraste, Claudia Sheinbaum era vista como una garantía si de lo que se trataba era de continuar las políticas emprendidas en este sexenio.

Esa parejera habría estado papita: él malo, ella buena. A menos de que en adelante veamos declinaciones de corcholatas a favor de ella, hoy lo que tenemos es un concurso donde si la aspirante tropieza, cinco lo anotarán como una eventual ventaja propia. Y la gente también contará.

Y eso que la fase definitoria ni siquiera ha comenzado. En una parejera –que podríamos ver al final– Palacio mandaría señales claras; en un reality de pronto quien menos se creía gana inesperada popularidad.

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