El espacio público más importante de México se llama Salón Tesorería. Ahí, o en cualquier lugar a donde se traslade la mañanera cuando AMLO viaja, se dan los mensajes más relevantes de la política nacional. Ahí, ayer, el Presidente trató de evadir el tema del secuestro de 16 mexicanos en Chiapas.
Andrés Manuel López Obrador ha logrado un esquema casi perfecto para controlar la información. En su mañanera desprecia cualquier asunto que pueda ponerlo contra la pared, que le haga parecer como lo que es: un mandatario que ha dejado crecer el poderío de la criminalidad, por ejemplo.
El martes un comando delincuencial secuestró a 16 trabajadores del sistema de seguridad (es un decir) de Chiapas. Las familias de éstos se movilizaron este miércoles demandando noticias sobre sus seres queridos.
Más allá de los afectados directamente, estamos ante un desafío a toda la sociedad, pues además de atentar en contra de la libertad de personas inocentes, los criminales se burlan, se carcajean, de las autoridades locales y federales, y por ende de nosotros.
México ha visto actos bárbaros a lo largo de muchos años. Pero nada de lo que haya ocurrido en el pasado, incluidas las complicidades de autoridades con cárteles de la delincuencia, puede ser esgrimido como una justificación del pasmo y la resignación social frente a un secuestro como éste.
Es un acto de mínima humanidad condolerse ante lo que están viviendo esas familias. Es un acto de elemental conciencia tener claro que si un secuestro así no genera una repulsa amplia y movilizadora, que haga reaccionar al mismísimo Presidente, los criminales se sabrán dueños de un país donde el político más poderoso habla de muñecos, de canciones y de abuelitos.
López Obrador intentó evadir el tema de Chiapas en su mañanera de ayer. Recurrió a su viejo truco de salirse por la tangente, de agotar el tiempo para no abordar una crisis (otra más) de inseguridad que lo desnuda.
Faltando a su deber de jefe de Estado, desdeñó el interés de una nación que muy de mañana este miércoles se despertaba sin noticias de los trabajadores secuestrados en Chiapas, de esos a quienes infelizmente tocó ahora aparecer en videos que registran el momento de su levantón.
En lugar de iniciar su conferencia atajando esa grave circunstancia, en vez de entrar de lleno a emitir, a nombre de México, que no es tolerable, ni justificable un secuestro así, Andrés Manuel estuvo a punto de salirse con la suya y cerrar su mañanera sin abordar tan delicada coyuntura.
E incluso, cuando por fin le lanzaron la pregunta sobre el macrosecuestro chiapaneco, dio prioridad a la canción que traía en su guion, y sólo entró en materia cuando de nueva cuenta fue cuestionado. Para colmo, el Presidente –dando poca dignidad a ese cargo (otra vez)– trivializó sobre el tema, hablando de que acusaría a los criminales con sus padres o abuelos.
Ayer por la tarde, en el noticiario de Azucena Uresti en Fórmula, la esposa de uno de los secuestrados expresó un retrato puntual de la actitud asumida por AMLO en la mañanera: es una burla que se tome esto con tanta tranquilidad e incluso como un tema de relajo.
Para esas personas ni el gobierno de Chiapas ni el federal han tenido la valentía de darles la cara, de acompañarlos en su miedo, de comprometerse a que todos los recursos del Estado se emplearán para que sus familiares vuelvan con bien, y los criminales paguen su osadía.
En vez de ello, el Presidente tararea y aprieta muñecos que lo retratan. De trapo.