Haiga sido como haiga sido, dijera el clásico, el método de la alianza opositora ha parido una candidatura.
No fue en ese orden, pero esa es la realidad una semana después de que PAN, PRI y PRD anunciaran las barrocas reglas que, sin embargo, parecen haber logrado lo que al menos en el discurso querían: armar una campaña competitiva en la elección presidencial de 2024.
El orden de las cosas fue distinto. La decisión de Xóchitl Gálvez, de abandonar su idea original de ir por la candidatura de Ciudad de México y lanzarse por la grande, se cocinó desde meses antes –o a lo mucho a la par– de las negociaciones de la alianza opositora cuyo método fue presentado el lunes.
Y fue la decisión personal de Xóchitl la que ha sustanciado un procedimiento que todavía está lejos de probar su eficacia. Porque la suma de las barreras impuestas por Alejandro Moreno, Marko Cortés y Jesús Zambrano, y la fuerza de la hidalguense, ha provocado las deserciones en cascada de esta semana.
Claro que no todos han renunciado. Quedan –hasta ahora y es probable que pretendan seguir en la carrera– Beatriz Paredes (PRI), Enrique de la Madrid (PRI) y Santiago Creel (PAN). Y Xóchitl, la única de ellos que realmente ha removido la conversación pública en meses y meses.
En los destapes convencionales, dado que existen los imponderables –cosas del destino o cosas de las guerras sucias–, ningún partido quiere quedarse prematuramente con una sola carta rumbo a la principal elección.
Esa es una razón válida para que el llamado Frente Amplio por México deje por ahora inamovible el método anunciado el lunes pasado. Habiendo dicho eso, ¿deberían insistir en esta especie de rebuscada primaria que en julio y agosto enfrentaría a Beatriz, Xóchitl, Enrique y Santiago?
El procedimiento ideado por el frente tenía dos objetivos paralelos e igual de importantes. Había que construir una candidatura competitiva y había que hacer que fuera orgánica, es decir, que las militancias de las tres fuerzas políticas y la llamada sociedad civil adoptaran a ese (a) abanderado (a).
Con la irrupción de Gálvez, ¿la primaria aumenta la competitividad del candidato (a)? ¿O sólo es necesaria para que las respectivas huestes partidistas asuman y bendigan a la persona que les representará? Y, en ese mismo sentido, ¿si lo segundo no ocurre, lo primero es posible?
Reitero: estrictamente hablando no fue el método de la oposición el que generó la conversación sobre la competitividad que, al menos por los ataques que recibe un día sí y otro también, hasta Morena le reconoce a Xóchitl.
Obviar ese hecho, que su aspiración fue la que suscitó entusiasmo y ardor, sería un equívoco mayúsculo del frente.
Antes necesitaban una candidatura competitiva. Sigue necesitándolo en tanto no se consolide la opción llamada Xóchitl (hay que ver si los ataques no le hacen mella, si el ruido mediático se convierte en puntos positivos en encuestas, etcétera). Pero ahora el frente necesita replantearse si se requiere una primaria. O una primaria como la que fue anunciada.
Es entendible la pretensión de legitimar al interior de los partidos a quien puntea, que busquen cómo hacerlo; pero el experimento saldrá mal si la gente ve que montan una competencia insustancial, una pasarela de simulación o incluso de regateo a quien ya entusiasma.
El frente puede modificar su método. Esa es una ventaja del limbo donde habita ese entuerto. ¿Qué quieren? ¿Candidata competitiva? Parece que ya tienen. Y una Xóchitl que realmente ni panista es, luce más fácilmente vendible transversalmente para PRI-PAN-PRD que Santiago, Enrique y Beatriz.
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