Samuel García sería un buen candidato a administrador. Lo sería si un estado fuera una empresa, si esa compañía funcionara en un entorno favorecedor con los negocios, si no tuviera que soportar pesos y contrapesos democráticos. Pero no es gerente, es gobernador. O debería.
García tiene un estilo peculiar, lo que sea de cada quien. Muestra en público una gestualidad medio dramática medio pundonorosa. Es vehemente al decir que le gusta su chamba, que le encanta representar a la entidad más industriosa, al estado famoso por trabajador, por su emprendedurismo.
Tanto le gusta presumir que lo suyo es chambear que recientemente llegó a pedir a la clase política no adelantar vísperas de una eventual candidatura para él o para nadie, no dedicarse al futurismo electoral, sino ponerse “a jalar”, porque, según argumentó, eso pide la gente.
La invitación no aguanta la prueba de la risa.
Primero, porque en su tierra se sabe que no descarta buscar desde ya posiciones para su familia en las venideras elecciones. O sea, él anda en la grilla.
Segundo, porque se ha dejado usar por su partido, Movimiento Ciudadano, para futurear, como ocurrió en diciembre pasado, cuando dizque lo destaparon, como ocurre hoy mismo.
Y, tercero, porque quien pide ponerse “a jalar” no le hace el feo a las insidias del presidente López Obrador, que lo menciona como un eventual candidato a Palacio en 2024. Y acepta tal lisonja, que no busca sino dividir a la oposición. Él se deja querer: no se descarta, ni de lejos.
Así que la disyuntiva de Samuel es sobre lo que realmente quiere: gobernar a Nuevo León, cosa que es mucho más que dárselas de gerente de una empresa (con el debido respeto a los gerentes), o futurear y contribuir a tan ociosas distracciones.
Si quiere ser tomado en cuenta para la Presidencia, es momento de decirlo, así sus gobernados sabrían a qué atenerse. Si no, si se descarta, de saque quitaría incentivos a sus adversarios, que le impiden gobernar, en parte, porque no ha mostrado habilidad para ganarles, para romper su aislamiento.
¿A qué juega Samuel? En semanas cumplirá dos años en la gubernatura. Ha conseguido inversiones históricas para su estado, sin duda un mérito, y ha mantenido el empuje mediático con el que llegó al poder. También meritorio. Pero dejen la Presidencia, ¿podrá ganar en 2024 en su estado?
Hace una semana, mientras él iba de viaje a la India a una gira pro inversiones, un asesinato tuvo gran impacto en Nuevo León. Mataron a balazos a Ricardo Flores, director jurídico del Congreso neoleonés, ese donde García está lejos de tener la influencia que le gustaría.
Incluso en el convulso país en términos de violencia en el que vive la sociedad mexicana en 2023, ese asesinato resulta de una extraordinaria gravedad. Por el contexto de crispación entre el Legislativo y el Ejecutivo neoleonés; y por tan flagrante despliegue de violencia en contra de tan alto funcionario.
Samuel García ha tenido una carrera meteórica: diputación local, efímero paso por Senado y desde octubre de 2021 gobernador de un estado con retos de seguridad, sustentabilidad (ya asoma una crisis hídrica nuevamente para su estado), transporte urbano y, por supuesto, gobernabilidad.
Si gobernar fuera como administrar una empresa, como pensó (es un decir) un día Vicente Fox, quizá pocos en México le podrían competir a Samuel García, quien con todo hoy puede presumir que ya le alcanza para marcar 8 por ciento en la encuesta presidencial de El Financiero. Porcentaje nada despreciable, mas imaginemos a cuánto llegaría si se pusiera a gobernar.