Imaginen la prensa que cubre diario a Xóchitl Gálvez. Esos colegas quieren morirse cada vez que la hidalguense comienza, por enésima ocasión, a hablar de los diez puntos de sus ‘Xochitlnomics’. O del hidrógeno verde que nunca nadie ha pedido. Nunca. Tema inasible, literalmente.
Esa fuente periodística tendría una de las peores encomiendas –sacar nota diaria de quien pasan las semanas y no ha podido construir una vigorosa narrativa– de no ser por algunos personajes de Morena que le arman semanalmente la agenda a la senadora, la vuelven noticia.
El regalo mediático más reciente de Morena a la panista es el tema de su casa. No abundaré en detalles sobre la exigencia del exjefe delegacional de la Miguel Hidalgo de que demuelan la vivienda de la aspirante opositora.
Un edificio irregular en la MH no sólo no es noticia: es una obviedad. Después de haber estado en manos del hoy morenista Víctor Romo no podía ser de otra forma. Y, claro, no es el único exgobernante al que podría pedirse cuentas sobre los abusos e ilegalidades inmobiliarias en esa alcaldía.
Pero la acusación de ilegalidad –que autoridades menos partidizadas podrían decir cuánto de la eventual responsabilidad recaería en la famosa compradora– implica mucho más que un efecto búmeran.
Gálvez tiene un problema y no es de hoy. Ha tardado una eternidad en migrar de piel de “factor sorpresa” a aspirante con arrastre. Sí, con arrastre. Es campeona en el círculo rojo y en el segmento clase alta y algo de clase media, pero no es popular.
Gente que ha medido a la designada por el Frente ve que sus números están lejos de ser óptimos. O, como lo puso un político el otro día, mientras no sea la más famosa en los exitosos programas de sátira del Canal de las Estrellas, para el pueblo simplemente no existe.
En medio de ese gran reto –¿a poco las televisoras provocarán a Palacio ayudando a Gálvez a ser más conocida?–, Romo, dos veces derrotado en la Miguel Hidalgo por el PAN, cree que es buena idea exigir que demuelan la casa de Xóchitl. En agradecimiento, ésta debería mandarle una bici de regalo.
Xóchitl tiene tema esta semana gracias a una acusación absurda por desproporcionada. Ridícula por venir de quien viene. Y que, peor aún, entra en colisión con el discurso aperturista que desde el domingo planteó la virtual candidata morenista Claudia Sheinbaum.
La abanderada del oficialismo quiere tender nuevos puentes con sectores que o se alejaron o recelan del lopezobradorismo. Ese mensaje busca penetrar en clases medias y gremios que ven con recelo el estilo de AMLO y algunos de sus excesos. Y que temen una mayor radicalización.
Con su cruzada, Romo le dice a esos escépticos: miren, cuando tenemos más poder que nunca lo usamos para exigir que demuelan la casa de una opositora. Nombre, unos genios para ayudar a que Claudia conquiste o recupere gente que teme que Morena le quite su patrimonio.
Galvanizar así que Xóchitl es corrupta no agregará adeptos a Claudia ni necesariamente se los resta a Gálvez.
AMLO dijo ayer que no está de acuerdo con que demuelan la casa de Xóchitl. Si así fuera pararía sus agresiones, y así las de otros, en contra de ella. Es su recurrente papel de hacerse el que la virgen le habla, o de pasar por policía bueno.
Mientras, la prensa y Xóchitl le agradecen a Morena que sigan ayudándola a dar nota. Porque sin los morenistas sería más evidente que no ha encontrado su mensaje de campaña.