La Feria

La tribu marcelista

La realidad es que el jefe y la tribu ebrardista siguen dentro de Morena, ¿calculando sus opciones para fortalecer la democracia o ilusionado en cambiar la realidad?

En el sexenio de la rifa no rifa del avión presidencial, ve la luz la tribu ebrardista en Morena, un partido que prohíbe hacer grupos.

Hace como tribu, camina como tribu, se fotografía como tribu… es la tribu de ebrardistas que, apiñada en torno a Marcelo, sigue dentro del Movimiento Regeneración Nacional; y que en bloque ayer se tomó una imagen junto al diputado morenista Ignacio Mier.

La ruptura del excanciller es un fantasma que cada día espanta menos. No está cancelada, pero hoy la ruta política de Marcelo está claramente al interior de la única fuerza que públicamente se interesa en sumarlo: el lopezobradorismo.

Ebrard ha abierto un compás de espera sin plazos fatales. La elasticidad de los órganos morenistas, que han de resolver la procedencia del reclamo del excanciller por las irregularidades que él denunció sobre el proceso interno del oficialismo, es mayor a la del así llamado reloj legislativo.

El excanciller aprovecha que faltan bastantes semanas para los tiempos legales de las precampañas, por lo que su último tren a la candidatura –el de Movimiento Ciudadano– aún no le deja plantado en el andén. Mientras no se llegue ese plazo, calculará fuerzas y posibilidades dentro del morenismo.

En este tiempo suspendido el costo más directo lo paga Mario Delgado, el encargado del proceso que sigue siendo a quien de manera directa, y hasta áspera, más dirige el exjefe de Gobierno sus airados reclamos por la falta de prontitud en la atención a sus quejas.

Mientras Delgado sea el cartucho a quemar, Ebrard y Andrés Manuel López Obrador han de consumir semanas en encontrar la cuadratura a la crisis de una escisión que a toda costa el segundo pretende conjurar. Esa crisis, hay que reiterar, es hoy más de imagen que algo que escoraría el barco oficial.

Porque Ebrard tampoco parece decidido a dar el paso, que en medio de un contexto muy diferente, en su momento emprendió Manuel Camacho Solís cuando se le escapó la candidatura oficial del PRI en 1993.

En su libro El camino de México (homónimo de la asociación política que la no tribu marcelista pretende instituir), Ebrard reproduce el párrafo central del discurso que el entonces regente del Distrito Federal dio al aceptar que la suerte, y el dedazo presidencial, le habían dado la espalda.

En su autobiografía, Ebrard ensalza tal mensaje como “la postura de un hombre que se había preparado por años, que había hecho muchos méritos para ser el candidato en 1994:

“Los tiempos han cambiado. Aspiré a ser candidato del PRI a la Presidencia. He meditado lo que debo hacer y lo que debo decir. He calculado mis opciones y la que a mi juicio es la mejor para la unidad y el fortalecimiento democrático. Para mí, por lo que creo y seguiré creyendo, la opción es clara: no creo que la manera de hacer avanzar la democracia en México sea polarizando la vida pública por rupturas o desprendimientos. La democracia debe seguir avanzando”.

Puede ser que MEC haya llegado a la convicción de que es dentro de Morena como puede aportar a que la democracia siga “avanzando”.

O puede ser que actúe a partir de lo que también plantea en su libro cuando dice: “A mí no me gusta especular: la política es realidad. Lo que vale la pena de la política es poder modificar la realidad. Ese es un sentimiento muy poderoso”.

La realidad es que el jefe y la tribu ebrardista siguen dentro de Morena, ¿calculando sus opciones para fortalecer la democracia o ilusionado en cambiar la realidad?

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