El partido en el poder enfrenta su siguiente gran reto. La unidad no es un tema retórico en el movimiento que pretende la continuidad electoral sin concesiones programáticas y al menor costo posible en esta hora de reparto de las posiciones de influencia y mando.
Si definir la candidatura presidencial suponía un escollo nada menor para un partido que por primera vez se jugará desde Palacio unas elecciones generales, los nueve banderines a los gobiernos estatales a renovarse en 2024 son focos de tensión que probarán el liderazgo de Claudia Sheinbaum.
El proceso ha iniciado con turbulencias por perfiles que de último minuto entraron a la competencia (García Harfuch, en CDMX), o por defecciones de añejos militantes de otros partidos que brincan al barco moreno en espera de recibir lo que su organización les negó (Ramírez Marín, en Yucatán).
Pero lo relevante es que Morena afina sobre la marcha un modelo donde las respectivas militancias de los estados en cuestión han de influir, pero no tanto como para dejar fuera a algunos aspirantes. Y donde prevalecerá lo fundamental del dedazo: el peso de una mano santa.
Hay juego local pero también decisión del comité central. Grillas, negociaciones, alianzas y amarres premian o castigan aspiraciones en asambleas estatales que, sin embargo, han de ser palomeadas por el CEN para completar –corregir, más bien– al grupo de los finalistas.
Y esa misma discrecionalidad marca la siguiente fase, esa que en principio depende de encuestas. Porque los resultados de éstas serán interpretados. Aquí no habrá lo que tanto presumió Marcelo Ebrard al declinar en 2011 por Andrés Manuel: que se gana o se pierde así sea por un punto.
Si en la disputa por la candidatura de equis entidad, los más adelantados aspirantes acaban a unos puntos de diferencia, y la que va en segundo lugar es mujer, la decisión no será en automático a favor del puntero. Morena habrá de juzgar quién de ellos conviene.
Un margen de diferencia de hasta 8 puntos sería revisable en la mesa. Una distancia mayor en las preferencias haría más lógica la definición en automático a favor de tan posicionado perfil. Caso contrario, se entrará a un estira y afloja donde la virtual candidata presidencial tiene mucho qué decir.
El método se utilizará, para empezar, en Ciudad de México, donde la selección no puede hoy ser considerada como cantada a favor del ‘popular’ exjefe de la policía en detrimento de la ‘menos popular’ exalcaldesa de Iztapalapa, Clara Brugada.
De forma que Morena tiene varios filtros. La lista que surge de la asamblea estatal es corregida o aumentada por el comité nacional. Luego, la encuesta a población abierta, y con sus resultados se tomará una decisión, para empezar a fin de cumplir la cuota de cuatro candidaturas estatales para mujeres.
Las encuestas serán de nuevo un factor de suspicacia porque ya en el pasado hubo inconformes –Ricardo Monreal vs. Claudia Sheinbaum en 2017 por la candidatura del año siguiente en CDMX, por ejemplo–, pero este método tripulado también da margen para reacomodos y correcciones políticas.
En los próximos días se verán importantes ajustes en los nueve pelotones que se disputarán las respectivas candidaturas de CDMX, Veracruz, Tabasco, Chiapas, Morelos, Puebla, Guanajuato, Jalisco y Yucatán.
El CEN de Morena protegerá a algunos que habrían sido avasallados por operadores locales y nacionales con demasiada influencia. Pero, sobre todo, cuidará la facultad de que en cada elección salga el cuadro más competitivo.
Si logran la unidad, la ostentadora del bastón de mando dará un importante paso como jefa política del movimiento.