Todas las culpas se le cargan a la virtual candidata opositora. Se desinfló, está sola, no tiene propuesta clara, carece de coordinador, dónde está la estrategia… son algunas de las frases repetidas en medios, y son términos que igualmente valen para la oposición, ¿alguien la ha visto?
El último gran acto de la oposición fue el 1 de septiembre, cuando con una travesura hicieron abrigar la noción de que, tras la interna, se habían articulado en torno de su abanderada, que subió a la tribuna en San Lázaro para encabezar un mitin en el recinto legislativo en tan señalada fecha.
La foto –legisladoras y legisladores de los tres partidos que conforman el Frente arropando a la senadora que les representará en la campaña presidencial– quedó para el recuerdo; nunca mejor dicho porque de esa fecha hace ya casi mes y medio, y poco más se ha visto.
Entusiasmados por la toma de tribuna, convocaron a un mitin en el Ángel de la Independencia para celebrar la unción de Xóchitl Gálvez, que no salió peor de milagro. Si ya hiciste dos enormes marchas, si eres la marea rosa + el Frente, “eso” de ese domingo ni a kermés parroquial llegó.
Esa fue una de las primeras señales de que el atropellado cierre del proceso de selección de candidata del Frente Amplio por México tendría repercusiones. Muchas de las cuales se han convertido en el aluvión de etiquetas que tapizan la desconcertante candidatura de Xóchitl.
No es la única que luce extraviada o sin partitura. Porque con la reactivación de los trabajos del Congreso, por un lado, y en la selección de precandidatos a las nueve gubernaturas por otro, surge un claro contraste entre lo que hace el oficialismo, y lo que no se nota que, si algo, esté haciendo la oposición.
El Poder Judicial está en jaque. Morena quiere cobrar afrentas a la Corte quitándole millonarios fondos. Quiere además mandar un evidente –e irresponsable– mensaje de poder. En términos de resistir esa maniobra, que estaba cantada, la oposición se ve rebasada por los cuatro costados.
El Frente y la marea rosa se llenaron la boca muchas veces al jactarse de las concurridas marchas, la primera hace casi 11 meses, con las que mandó al oficialismo un mensaje de que no se saldría con la suya al intentar tocar al Instituto Nacional Electoral. Meses después defenderían así a la Corte.
Como era previsible para todos, menos –por lo visto– para la oposición, López Obrador no se resignó, menos aún cambió de parecer. No sólo ha lanzado el plan C para activar a todo su movimiento a fin de ganar mayoría constitucional en 2024, sino que en el camino reparte descontones.
El INE está tocado. Y mucho. Lo que la oposición y la marea rosa creyeron haber salvado dista mucho de trabajar óptimamente. La renovación en abril de cuatro consejeros, incluido el cambio en la presidencia, se ha traducido en una aquiescencia del consejo a muchas decisiones de Palacio. Y lo que falta.
Mientras que la Corte no se podrá escapar del garlito de tener que tumbar, por errores de procedimiento, el recorte de sus fideicomisos. De esa forma el Judicial será denunciado como juez y parte de su privilegio. AMLO gana porque gana.
¿Entonces? ¿Qué salvaron la oposición y la marea rosa con sus marchas de noviembre y febrero? A no ser un cargo de conciencia, con el que parecen muy tranquilos, nada. Y encima no lucen preparados para la batalla legislativa ni para la electoral.
Además de Xóchitl, dónde está la oposición.