Milenio publicó ayer que el Centro Nacional de Identificación Humana (CNIH) fue desmantelado. Es un paso más del presidente López Obrador para desaparecer la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), para desaparecer a los desaparecidos. Y hay un porqué.
La historia del CNIH no llegó ni a los dos años. Desde el principio ha sido un mexicanísimo ejemplo de cómo no hacer las cosas, y una muestra más de que al Presidente las víctimas le valen un comino.
Como la nota de Milenio explica, la sede del CNIH nació con una gran promesa. Alejandro Encinas, entonces subsecretario de Derechos Humanos, dijo en agosto de 2022, cuando el gobernador (es un decir) de Morelos entregó el terreno sede, que iban “a generar una institución única al servicio de la sociedad, que va a impulsar un proyecto único a nivel internacional, que es la identificación masiva de personas, lo que significa atender el enorme rezago que lamentablemente la Fiscalía General y las de los estados no han podido atender”.
Todo fue a mal. La CNB no pudo adecuar el terreno porque Cuauhtémoc Blanco nunca donó el mismo (se habla de problemas de tenencia, y la figura de comodato impedía el realizar las gestiones legales para los trabajos necesarios a fin de instalar los laboratorios).
El fiasco tiene incluso una faceta diplomática: en el marco del Entendimiento Bicentenario, el gobierno de Estados Unidos ofreció a México donar el equipamiento para tener uno de los laboratorios más avanzados de genética forense. Eso iba a ocurrir en el segundo semestre de 2023, pero AMLO desdeñó la CNB para realizar un censo de desaparecidos con servidores de la nación.
Así, el gobierno abdica de la posibilidad, ya avanzada, de legar a México un organismo dedicado exclusivamente a la búsqueda forense de personas desaparecidas a nivel nacional, como a escala estatal se tiene apenas en dos entidades: Jalisco y Coahuila.
En otras palabras, la reforma para dotar de capacidades masivas de identificación, impulsada por López Obrador y aprobada por consenso en la primavera de 2022, de la cual Encinas prometía resultados “únicos”, en menos de dos años es letra muerta. Perdón lo funesto de la frase.
En la citada nota del reportero César Martínez, se da cuenta –y publican fotografías al respecto– de que el inmueble, ubicado en Xochitepec, Morelos, tiene oficinas semivacías, espacios que nunca se acondicionaron y personal que ha sido despedido en más de 60 por ciento.
¿Por qué hace esto el gobierno federal con la CNB y el CNIH? ¿Por qué este desperdicio de recursos y la indolencia cuando hay miles de familias buscando a sus familiares? ¿Por qué dejar que crezca el enorme rezago que se arrastra desde hace sexenios?
Es tan bárbara la decisión, tan irracional por sus costos presupuestales, por la reversa que supone del compromiso de esta administración, que cuesta trabajo explicarla.
Pero creo que encontré la respuesta leyendo una entrevista a Gustavo Castillo, reportero de La Jornada, sobre su reciente libro El tigre de Nazar (Grijalbo, 2023).
El lunes, en ese diario Castillo dice que Miguel Nazar Haro, “uno de los personajes más duros de la llamada Guerra Sucia” le decía: “¡Qué pendejos fuimos!, ¿verdad? Nunca debimos tener archivos. Debimos quemarlo todo, ¡carajo! Quién se iba a imaginar, ¿verdad? De veras, Seguridad (la DFS) no debería tener archivos. ¡Qué pendejos!”.
AMLO y compinches están quemando todas las evidencias de su fracaso y su renuncia. Están desapareciendo aquello que en un futuro pueda ser, como los archivos que se niega a abrir, una incriminación para su falta de palabra y humanidad.