La Feria

Las sociedades civiles y las elecciones de 2024

El PRIANRD seguirá utilizando a la sociedad civil para engordar su caldo. Pero a la hora del reparto de posiciones imperará la única lógica que conocen: quién me da, a quién le debo.

La lista opositora de candidatos plurinominales al Congreso privilegia a personajes ligados a las dirigencias. Se marginó de esas suculentas posiciones a los no afines a los actuales liderazgos y, marcadamente, a figuras de parte de la llamada sociedad civil.

Por este último hecho, y dado que desde años algunas organizaciones civiles han establecido agenda en común con PRI, PAN y PRD, luego de conocerse los candidatos premiados se desataron críticas a esos partidos por un supuesto agandalle. ¿Hubo tal?

No hay en esas organizaciones partidistas grupo o corriente que crea que la sociedad civil es importante. O al menos tan importante como cualquiera que sí porte siglas en la chamarra. Los partidos son la antítesis de las ONG, y no van a ceder o compartir el poder salvo caso de extrema necesidad.

Tan es así, que todos estos años –el sexenio de AMLO– se ha dado una situación particular. Antes solían sentarse en lados opuestos de la mesa: las organizaciones para demandar cambios o ajustes, los partidos para regatear el menor de los costos a esas demandas. Desde 2018 eso cambió.

A partir de la elección de López Obrador esa sociedad civil descubrió que, a diferencia del pasado, ni el Presidente ni el partido en el poder les tomarían la llamada. Y de negociar, ni hablamos. Andrés Manuel se asume con una legitimidad tal que prescinde de esos movimientos y hasta de la oposición.

De forma que la sociedad civil que va a marchar el día 18 de febrero se acercó, nunca mejor dicho, a los partidos tradicionales, en un maridaje de mutua conveniencia. Estos pudieron presumir una apertura, y aquella una importancia.

Al aproximarse las elecciones generales los partidos volvieron al business as usual. Su proceder es el esperado cual organizaciones vetustas, rígidas y de corta mirada como son. Si su derrota en 2018 no fue un revulsivo, lo sorpresivo hubiera sido que cambiaran al cuarto para las doce.

Encima, por qué renovarse si así como se comportan los buscaron –y hasta perdonaron– esos que antes desde el activismo o la prensa los denostaban.

El PRIANRD seguirá utilizando a la sociedad civil que se deje para engordar su caldo. Pero a la hora del reparto de posiciones imperará la única lógica que conocen: quién me da, a quién le debo. Por cierto, la candidatura del rebelde Germán Martínez constituye la consabida excepción que confirma el resto.

En las inminentes campañas ese matrimonio sostendrá idéntico discurso: son, sobre todas las cosas, anti-AMLO. Agradecible franqueza porque qué más se puede enarbolar desde concepciones –supuestamente– tan diferentes de la vida pública.

Lo que las ONG piden –rendición de cuentas, combate a la corrupción y a la impunidad, transparencia, antimilitarismo, servicios públicos de calidad, profesionalización de la burocracia, sustentabilidad, manejo responsable de las finanzas…– es todo lo que no es creíble en esa oposición.

Todo lo anterior sin dejar de decir que hay otra sociedad civil que no necesariamente va a marchar, una que está más preocupada de que no la maten que de conseguirse una camiseta rosa.

Madres buscadoras y defensores del territorio, así como quienes resisten megaobras del gobierno “para los pobres”, son parte de una sociedad civil cuya normalidad mediática es, para desgracia de México, salir en la nota roja.

Esa sociedad civil fue traicionada por López Obrador, como antes lo fue por los mencionados partidos. Su resistencia es por mucho más que por aparecer junto a líderes partidistas o en listas plurinominales. Y en las campañas, a ver quién enarbola, que no sea por mero oportunismo, su agenda.

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