La campaña presidencial de Movimiento Ciudadano muestra una primera característica distintiva. Jorge Álvarez Máynez decidió hacer de las universidades pista de aterrizaje y despegue de sus mensajes. ¿Qué pretende con ello y qué ganaría?
MC no tiene una estructura nacional comparable a la del frente que postula a Xóchitl Gálvez y mucho menos a la de Claudia Sheinbaum, que descansa en eso que eufemísticamente llamamos ‘operación electoral’.
Los naranjas tienen sólo dos mandatarios estatales, y el de Jalisco con reservas.
Sin despreciar la suerte, ni el empeño de Máynez, su rol esperable es convertirse en un candidato testimonial; como ha habido muchos, unos peores que otros, unos utilitarios al poder, otros que legítimamente abonaron a la construcción de la democracia.
El escenario testimonial está en el horizonte si se agrega que Máynez no sólo llegó tarde a la carrera, sino que sus Carta Blanca con Samuel García complicaron su imagen; sus probabilidades de crecer en cinco meses, por más vehemencia que le eche Dante Delgado, son bien ralas.
Con eso a cuestas, Máynez ha decidido que dos terceras partes de sus visitas territoriales incluyan una universidad o plantel educativo. En la primera semana ya fue al ITESO (Guadalajara), al ITAM (Ciudad de México) y a la Autónoma de Tabasco.
El naranja pretende, en principio, hablarle a una generación de primovotantes. ¿Cuántos de esos votan? No muchos, según las mediciones convencionales.
Quiere además mandar el mensaje de que es el que menos miedo tiene de ir a ambientes no controlados (de no acarreados, pues).
Y busca llevar a ese terreno, donde se siente cómodo, a sus contrincantes: insistirá en que haya más debates presidenciales, no sólo los tres del INE.
¿Ir por el voto joven porque él es joven (no tanto, pero lo parece)? No creo que en su cuarto de guerra asuman eso, pero se equivocarán si creen que puede heredar lo que la dupla Samuel-Mariana traía: un arrastre entre jóvenes que sale de las redes e impacta en la realidad.
Resta ver si logra crear un exitoso mensaje personal para el colectivo universitario, que incluye, según dicen, a los cuerpos académicos y científicos, tan vilipendiados por Palacio Nacional, tan sobajados por el Conacyt, y algunos de ellos hasta perseguidos por la impresentable FGR.
El primer problema es que Jorge no es un estudiante, ni un ex-Pedro Kumamoto (exjoven, exfresco). Su carrera no se identifica con la grilla estudiantil; el ITESO, su alma mater, es pequeño y, como se vio últimamente (Signa Lab), poco ducho en política. Jorge no trae el aura de los forjados en la lucha universitaria.
Así no se presentara en la UNAM en esta campaña, Claudia sí puede presumir que sabe de luchas estudiantiles. En sentido contrario, y a propósito del 8M, tuvo en su paso por la jefatura de Gobierno un fuerte tropezón con colectivos de mujeres, muchas de ellas aguerridas jóvenes.
Aunque Sheinbaum y Gálvez son de otra generación, Máynez podría ser un bebesaurio: cómo decir que entiendes a los jóvenes frente a la vieja política cuando sin asco has coleccionado partidos.
¿Le dará para entusiasmar a estudiantes? ¿Podrá romper cercos? (Las universidades son cotos de poder que muchas veces en grillas non sanctas negocian abrir o cerrar el campus). ¿Encabezará para fines electorales un movimiento estudiantil?
En la UNAM solían decir que es fácil iniciar un movimiento, que lo difícil es pararlo.
No se perciben elementos orgánicos en Máynez para que en torno suyo o a propósito de su campaña, surja ni algo parecido al YoSoy132. Pero con los estudiantes, afortunadamente, nunca se sabe.