Si la política se trata de leer correctamente el momento y decir a un auditorio lo que éste quiere escuchar, ayer Clara Brugada tuvo el oficio para iniciar la conquista de quienes fueron a escucharla al Club de Industriales, en el corazón del nada morenista Polanco.
La candidata de Morena comió este martes con poco más de un centenar de empresarios en el exclusivo organismo de Campos Elíseos.
Ella fue a hablarles de Utopías. Ellos, porque eran mayoritariamente ellos y no necesariamente jóvenes, querían escuchar algo que suena inaterrizable: que en una CDMX nuevamente en manos de Morena habrá menos polarización y más diálogo.
Brugada llegó puntual y tras una hora de comida, tomó la palabra para exponer ejes de la política que aplicará en la CDMX de ganar el 2 de junio.
Se trata de que todos prosperen, propuso Brugada en Polanco. “Se ha demostrado que si les va bien a los de abajo, les va bien a los de arriba”, dijo la candidata.
Durante su intervención subrayó el eje social de su ideario: “Queremos una ciudad que no deje a nadie atrás, una ciudad de clases medias; por qué, porque tenemos una gran clase media, queremos que se combatan las desigualdades, que todos tengan condiciones para salir adelante”.
Que la gente tenga todos los servicios no importa donde viva, remató la exalcaldesa de Iztapalapa, quien durante largos minutos no pudo conectar con quienes le escuchaban.
En el salón esa diferencia de lenguajes creció mientras hablaba de las Utopías, su proyecto insignia como gobernante de la alcaldía más populosa de la ciudad.
Entusiasmada, Clara expuso cómo construyó una docena de albercas olímpicas o semiolímpicas, cómo desarrolló un acuario digital, cómo nació un velódromo, cómo hay más auditorios y más centros para terapias y más clases para los niños. Y gratis. Pero su entusiasmo no cundía.
Tampoco levantó gran respuesta al prometer cinco nuevos cablebuses, tres financiados por el eventual gobierno federal de Claudia Sheinbaum; ni al ofrecer 300 kilómetros de ciclovías. Si acaso, le aplaudieron cuando dijo que lo único que ya está definido es que se queda el mismo equipo que hoy está llevando la seguridad.
¿Qué quería oír el auditorio que no levantó ceja con promesas de una ciudad más iluminada, llena de murales, cien utopías o mil kilómetros de senderos seguros? Eso llegaría justo al contestar la última pregunta, una sobre lo que divide a las alcaldías, a los chilangos.
“La gente no quiere polarización”, dijo Brugada, “quiere resultados, quiere avances; necesitamos derribar esos muros que han dividido la ciudad”, prometió.
“Vamos a ganar todas las alcaldías, pero si por alguna razón no lo lográramos, yo soy municipalista, creo en los gobiernos municipales, creo en la coordinación entre los gobiernos, si no hay buena coordinación no sale nada”.
Ofreció respeto absoluto a las alcaldías: “nos vamos a llevar muy bien sea quien sea, vamos a derribar esos muros invisibles de esta ciudad, a unificar”.
Y remató: “No lo podemos hacer solos, necesitamos a los empresarios, a los actores económicos; inversión pública pero también privada, y pública y privada en algunos proyectos”.
“Yo he aprendido que el mejor programa social es un empleo. (…) Quiero gobernar junto con ustedes”. Para entonces los aplausos eran francos, un buen remate de la comunión que inició cuando les dijo que coincidía en su preocupación principal: el aeropuerto.
“Coincido, se necesita un gran, funcional, moderno aeropuerto en la CDMX. Es urgente la modernización del Benito Juárez, y tiene que ser prioridad para la Federación. Denlo por un hecho”.