La Feria

El catastrófico cuidado de un adulto mayor

Ante el deterioro de los sistemas públicos de salud y lo prohibitivos que son los seguros médicos privados, una intervención quirúrgica suele convertirse en un evento catastrófico.

Alma Delia Fuentes publica un nuevo pódcast sobre una realidad demasiado silenciosa. Es la segunda entrega de la periodista, que ahora también colabora en la UNAM, sobre adultos mayores. En esta ocasión aborda los delirantes costos del cuidado de nuestros padres.

El año pasado Fuentes reporteó y publicó Ya no quiero cuidarte, mamá, una historia narrada a dos voces sobre la tremenda carga y desgaste que supone para muchas familias el cuidado de una madre (o un padre, o ambos) que ha entrado en deterioro incapacitante.

Ahora lanza Mis padres me están arruinando, donde expone tres testimonios sobre el exorbitante costo, económicamente hablando, de procurar cuidados para quien en su momento nos crió. Ambas se pueden escuchar en https://asicomosuena.mx/asi-como-suena o en Spotify o Apple, etcétera.

Pregunté a Alma Delia, con quien me une una amistad de un cuarto de siglo, qué tal iban los comentarios a esta nueva entrega, sabedor de que la primera suscitó múltiples reacciones y hasta agradecimientos por hablar en voz alta de lo que muchos viven en silencio.

Y esa fue precisamente la conclusión de la periodista: somos muchos, muchísimos, los que estamos pasando por predicamentos similares y, paradójicamente, de eso poco o nada hablamos, poco socializamos o compartiremos, incluso con amigos cercanos.

No estamos listos para esta conversación y, sin embargo, quizá sea la más importante para quienes tenemos padres llegando a (o en) los ochenta, y para quienes no querríamos heredar a nuestros hijos esa losa que hoy nosotros mismos no sabemos cómo soportar.

Uso la primera persona del plural no como un asunto de estilo sino porque en ese universo habita hoy mi familia, y desde ahí vuelvo al tema que ya abordé aquí en octubre del año pasado. Quienes lo estamos viviendo queremos sonar la alerta ante quienes no tienen –afortunados ellos– la más remota idea de la complejidad del reto.

Si sabemos que dado el añejo deterioro de los sistemas públicos de salud, y lo prohibitivos que son los seguros médicos privados para muchísimos mexicanos, una intervención quirúrgica suele convertirse en un evento catastrófico porque hospitalizaciones, médicos y medicinas pueden consumir el patrimonio acumulado en una o varias generaciones, lo mismo tenemos que pensar ya de enfermedades degenerativas incapacitantes, algunas tan ‘discretas’ en sus síntomas como la demencia senil.

Dicho de otra forma, la precariedad del estado del bienestar mexicano tendrá en el segundo cuarto del siglo 21 un factor que estresará aún más los exiguos recursos gubernamentales y, peor aún, impactará en las capacidades económicas de las familias, el desempeño laboral de sus integrantes y hasta en la salud mental de las comunidades.

Les puedo spoilear el nuevo capítulo de Alma Delia y decirles de gente a la que le cambiaría la vida si tuviera 550 pesos al día para dedicarlos a su madre, o de casos en los que cuatro veces ese monto tampoco es suficiente.

Puedo contarles que ayuda mucho ser uno de siete hermanos que se turnan para cuidar a sus padres, y que no me imagino qué hacen aquellos que sólo son dos hijos para poder cubrir guardias en un hospital o pagar a enfermeras para que hagan turnos a domicilio.

Nada de eso, ni remotamente, retrata el día a día de esta compleja realidad que padecen millones de familias a diario.

El tema se empieza a colar en las campañas electorales. Esa es la buena noticia; la mala es que estamos lejos de una discusión amplia, profunda, documentada y pluripartidista. Cuando mucho se prometen simbólicos apoyos económicos que serán unos flotis en medio de un tsunami.

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