No está nada mal para amigo de jueves. Puede presumir que le gustan la música y los estadios deportivos, que chupa tranquilo y que adora las trocas. Todo un poco demasiado masculino, pero desde la generación que vengo ni modo de presumir ejemplo.
Es Jorge Álvarez Máynez en campaña. Es, dicen los naranja, la nueva frente a la vieja política. Es el compadre del compadre que hace gala de no contestar a la prensa ni cuando le preguntan ‘quién pompó' (o prestó, que para un servidor público es lo mismo) camionetota, ‘quién pompó'.
Hay quien dice que Máynez hace una campaña jovial (también va, como reseñé aquí semanas atrás, a las universidades a hablar con chavas y chavos), que ese campechano perfil pegará bien con votantes que con pesadumbre ven a las otras candidatas como gente de otra generación.
Vale. Fut, viajes a Monterrey (que ni bastión es de Movimiento Ciudadano, era colosista pero no necesariamente emecista), harta reivindicación de la vida leve, rostro feliz con respecto a un futuro que, eso sí, a él brillará en MC, pero a su generación y a los que apela, ¿también?
¿Son los jóvenes como Jorge? Y, sobre todo, ¿sólo quieren lo que promueve el zacatecano? ¿Tiempo de calidad para la familia, espacios en la agenda para música, hablar de derechos en lo laboral pero no necesariamente de obligaciones? ¿Pasársela chilleando?
Desde esta tronera lejana a la juventud, se antoja raro que el joven de los candidatos, el que presume influencia legislativa en políticas de avanzada, no encarne, con mordacidad creativa, claro está, el discurso más interpelador de los acuciantes problemas que, sin duda, recargarán en las siguientes generaciones los costos de no atajar las actuales crisis.
Xóchitl Gálvez es la casandra de estos comicios. No creo que le disguste si le llaman catastrofista: sale un día y otro, y mucho antes de que iniciara formalmente la campaña, a pintar todo tipo de cuadros dantescos en caso de que gane Morena.
Se le oye convencida al diagnosticar calamidades, y justo es decir que no parece un discurso impostado o propio de la mente de uno de sus creativos (lo cual es un decir, porque su campaña ha probado que carece de eso, de creatividad salvo lo que improvisa la candidata del Frente).
Xóchitl regañona con empresarios agachones (¿es pleonasmo?), tremendista al decir que ahí viene el carajo, vehemente al pedir ayuda, no para ella, sino para –dice– México, preocupada casi obsesivamente con la amenaza de la violencia, con el naciente régimen de partido único.
Esa es la variante opositora que Gálvez decidió interpretar. Ante tal densidad, el ‘opositor’ Máynez flota, como esa leve música programada para ponerte de buenas, como ese perfume que esparcen en el lobby de un buen hotel, o la atmósfera del restaurante para comer sin prisas.
El candidato cool, con ideas perfectas para, para… –no pretendo herir susceptibilidades– acaso para una nación utópica, no para el México de 2024 y años por venir. ¿Este joven aspirante busca ganar o sólo prerrogativas?
¿A quiénes matan más los sicarios?
¿Quiénes pagarán el mayor peso de no hacer viables las pensiones, de no generar un sistema de seguridad social eficiente y eficaz?
¿Quiénes padecerán la voracidad que une a intereses privados y corrupción pública en la falta de planeación urbana en Ciudad de México y otras capitales?
¿Qué generación está sobreviviendo en la mayor precariedad laboral?
Los jóvenes. Que suelen ser rebeldes, contestatarios, irreverentes, inconformes además de desmadrosos, qué candidato o candidata ellas y ellos favorecerán. ¿Xóchitl? ¿Claudia? ¿Cybertruck cool Máynez?