La Feria

INE, árbitro que hace mosca

La nueva presidenta, y no pocos de sus compañeros consejeros en un año han convertido al INE en una gran duda, tanto de desempeño como, y no es menor, de imparcialidad.

Hay curvas de aprendizaje que no rinden fruto. La de la nueva presidenta del Instituto Nacional Electoral parece una de esas. Guadalupe Taddei cumplió un año al frente del INE y, lejos de generar certidumbre, ella y algunos de sus colegas meten ruido.

La elección presidencial transcurre más o menos como se esperaba: eran predecibles la polarización azuzada desde Palacio Nacional, las marrullerías del lopezobradorismo en general, la impúdica mojigatería legaloide del panismo, el descaro priista, el esquirolaje emecista… por ello mismo hubiera sido deseable contar con un árbitro a la altura.

No es así. Antes de mandar señales como factor de certidumbre, el INE se afana en protagonizar incidentes que sólo hacen temer que, por acción y omisión, se quedará lejos de convertirse en el referee que se necesitaba para una campaña rebosante de excesos y trapacerías.

La nueva presidenta, y no pocos de sus compañeros consejeros –los tres que entraron con ella, pero no sólo esos–, en un año han convertido al instituto electoral en una gran duda, tanto de desempeño como, y no es menor, de imparcialidad.

La incapacidad de la consejera presidenta para tejer acuerdos que hicieran que el INE llegara en inmejorables condiciones al proceso electoral más grande de la historia (tiene encargados de despacho por doquier y han abundado en los últimos meses renuncias en áreas claves), fue sólo el prólogo de otros incidentes que revelan o impericia o negligencia.

Se dieron, por ejemplo, fallidos concursos que dejaron a quienes recorren al país sin la ropa adecuada para su tarea a fin de ser identificados, precisamente, como personal clave en la organización comicial.

Y con la telefonía ocurrió una cosa similar. En ambos casos hay reportes periodísticos que destacan desde los tropiezos en esas licitaciones, hasta la compra a, para variar, entidades comerciales establecidas en lugares que es dado sospechar que son fachada.

Y si ese fue el ruido mediático del arranque del proceso este año, qué decir de las múltiples críticas por las fallas técnicas del debate presidencial, por la decisión misma de poner el set encima de la sede del consejo, rara señal de que ese lugar puede ser de utilería; y ya no se diga porque se dejaron presionar por Morena para bajar a una académica del proceso seleccionador de preguntas incluido en el primer encuentro de candidatas y candidato presidencial.

En esa misma ocasión, dieron nueva muestra de que no quieren ser un árbitro del que se hable por lo bien que ocurren las acciones y los jugadores legítimos, sino de su afán protagónico: la presidenta y otros consejeros se autoasignaron lugares preferenciales dentro del set, cosa que protestó la candidata de oposición pues dijo que le distraía ver las expresiones de esas funcionarias.

A pesar de eso, de la queja fundada de una participante, esas consejeras pretenden reincidir en la conducta. ¿Qué necesidad tienen de ser ellos parte de la nota, en entrometerse, en hacer mosca?

Lo último ha sido el pésimo manejo por las dudas en el registro de votantes en el extranjero. Ha sido la denuncia de éstos, que para su sorpresa descubrieron que fueron rasurados, la que alertó la situación, y no la autoridad la que revelara patrones sospechosos y, oportunamente, convocara a quienes resultaran indebidamente afectados a comunicarse para reincorporarlos al padrón. Todo al revés.

Ese árbitro anda en todo menos en cuidarle las manos al Presidente, verdadero jugador con acciones ilegales e indebidas. Pero los consejeros, la mayoría, andan en el protagonismo y la improvisación. Dios cuide la elección, porque este INE quién sabe.

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