La pregunta es si desde la Judicatura Carlos Alpízar podría haber hecho lo que se le escucha hacer, según audios revelados por NMás la noche del martes, sin que su jefe, el entonces presidente de la Corte, Arturo Zaldívar, lo supiera. La respuesta es, muy difícilmente.
Ayer con Ciro Gómez Leyva en Grupo Fórmula el ministro en retiro dijo ser víctima de su sucesora Norma Piña, que se viola el debido proceso, que los audios son un ataque electoral… Aceptando sin conceder, la litis política es: en tanto no se demuestre lo contrario, Alpízar no se mandaba solo...
Los audios dados a conocer en Televisa suman peso a la losa de sospechas sobre presuntas ilegalidades cometidas al amparo del grupo que echó a andar Andrés Manuel López Obrador para, supuestamente, abordar cuestiones de Estado entre el Ejecutivo, el Judicial y la Fiscalía.
Carlos Alpízar participaba en reuniones donde, entre otras oficinas, la Fiscalía General de la República, las FF. AA., la Secretaría de Seguridad Ciudadana y la Consejería Jurídica de la Presidencia revisaban delicados casos judiciales. De eso, hasta fotografías se tomaron y publicaron.
Más allá de “sensibilizar” al Poder Judicial de asuntos de Estado que preocupaban al Ejecutivo, el mecanismo derivó, según denuncias como las de Hernán Gómez, en presuntos abusos donde se manoseaban expedientes de alto perfil.
Andrés Manuel, en su visceral cruzada en contra de la ministra Norma Piña y de todo el Poder Judicial, confirmó en febrero cómo solicitaba y obtenía de Zaldívar buena voluntad para asuntos que le importaban al tabasqueño, que extraña la obsecuencia del expresidente de la Corte.
La confesión de AMLO sobre esa solícita conducta que habría tenido Zaldívar, hoy en la campaña de Claudia Sheinbaum, prendió al máximo nivel las alarmas sobre si el presidente de la Corte vulneró la autonomía de juzgadores, de distinto nivel, por petición del Poder Ejecutivo.
Ese es el nodo de la denuncia dada a conocer el mes pasado sobre presuntas conductas contrarias a la ley a cargo de Zaldívar y de Alpízar, entre otros. A aquél habrá de investigarlo, si procede, la Suprema Corte, de la que formó parte hasta hace medio año, y a éste la FGR.
Cuando se dio a conocer la denuncia, fiel a su estilo Zaldívar fue vehemente en negar los hechos imputados, en defender su periodo al frente de la Corte y la Judicatura, y en reducir el tema a un embate por su participación proselitista. Palacio Nacional lo respaldó de inmediato.
Los audios ponen contra la pared el mentís de Zaldívar. No porque en ellos se escuche que le nombran, sino porque fue un presidente todo terreno de la Corte, uno al que era prácticamente imposible que se le escapara lo que nadie hacía, menos aún su mano derecha.
Y, por supuesto, lo que se escucha en los audios, donde a un juez se le instruye primero amablemente, y luego con burdas insinuaciones, calza a la perfección en el ilegal esquema que se denunciaba de tiempo atrás en textos periodísticos y en los despachos de abogados.
A la hora de entregar esta columna no había ocurrido el nuevo capítulo de este audiogate, anunciado para ayer mismo por NMás. Y vendrá, previsiblemente, otro desmentido de los aludidos. Es cierto, urge una investigación imparcial, porque los audios son escandalosos, per se.
La única aliviada por todo esto debe ser Claudia Sheinbaum, que tiene la posibilidad de pedirle a Zaldívar que aguante un poco antes de futurear rumbo al gabinete, que se tomen las cosas con calma, que primero se vea si no salen más comprometedores audios.