Si en algún lugar hacía falta que llegara un presidente de izquierda, un mandatario electo bajo la promesa de que, “por el bien de todos, primero los pobres”, ese sitio era Chiapas. Pero las promesas hay que honrarlas, no sólo lucrar políticamente con ellas.
Se viven días terribles para Chiapas. La violencia mata políticos, a sus colaboradores y familiares. Y a gente ajena a los comicios.
La cuenta en la red social X del reportero Isaín Mandujano, corresponsal de El Financiero TV en Chiapas, es por sí misma un escaparate del horror.
Mandujano reportaba en X la mañana del 19 de mayo que “tres emboscadas contra candidatos en Chiapas y sus equipos de campaña dejan nueve muertos. Los hechos se dieron entre sábado y domingo. Se suma la agresión del pasado jueves a candidata de La Concordia, donde ocho personas perdieron la vida”.
Un día antes, el reportero había publicado los nombres de 11 personas asesinadas en Nuevo Morelia una semana atrás: Alfonso de 73 años, Teresita de Jesús de 28 años, Dolores de 56 años, Rosalinda de 57 años, Yojari Belén de 18 años, Ignacio de 52 años, Isidra de 54 años, Urbano de 42 años, Brandi de 15 años, Joel de 49 años y Azael de 31 años.
En torno a esa lista, Mandujano agrega las palabras de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, que denunció que esos 11 ejecutados y calcinados eran inocentes y nada tenían que ver con cárteles, que su pecado fue que “se resistían ante la violencia de los grupos criminales que se disputan la zona por lo que fueron asesinados de manera cruel y despiadada en sus hogares”.
Frente a la crónica de la barbarie el presidente López Obrador, de gira en Chiapas el viernes, responde con la letanía de que son casos lamentables, pero se le da difusión por sensacionalismo. Él se refería, sólo, a las muertes en La Concordia:
“Les puedo decir de que ha habido, afortunadamente, menos agresiones que en otras elecciones, nada más que ahora hay mucho sensacionalismo. Es muy lamentable, pero se lucra bastante con los asesinatos y con el dolor humano, es temporada de zopilotes. (…) Muy tristes por lo de ayer en Concordia, porque no sólo fue la candidata, sino fue a quienes la estaban cuidando y su hermana; pero traía protección. Pero vamos a informar después sobre este caso”.
En homicidios, Chiapas no tiene los peores números por cada 100 mil habitantes, es cierto. Pero alguien puede justificar la indolencia del gobierno frente a las últimas masacres. ¿Y alguien puede ocultar que el deterioro de la seguridad en esa entidad es la constante?
Así cierra su sexenio López Obrador, minimizando asesinatos de chiapanecos por racimo. Así, y con estos números del Índice Estatal de Competitividad 2024 del Instituto Mexicano para la Competitividad, presentados la semana pasada.
Este es Chiapas al final del gobierno de “primero los pobres”:
Camas de hospital (en área de hospitalización por cada mil habitantes), el peor estado de la República: es la entidad 32 de 32.
Acceso a instituciones de salud (porcentaje de la población ocupada que tiene acceso a instituciones de salud), 18 por ciento. Tercero peor: 30 de 32.
Mortalidad infantil (defunciones de menores de un año por cada mil nacidos vivos), el peor: 32 de 32.
Personal médico con especialidad por cada mil habitantes, el peor: 32 de 32.
Cobertura educativa (tasa bruta de escolarización en nivel secundaria), 82 por ciento. El peor: 32 de 32.
La esperanza de vida de una chiapaneca es cinco años menor que una mujer de Nuevo León.
Para Chiapas el sexenio de AMLO, con o sin zopilotes, no hizo diferencia.