La Feria

Asesinato en Coyuca… evocación de Manuel Buendía

Con el asesinato del candidato Alfredo Cabrera en Coyuca de Benítez muchos evocaron la tragedia de Lomas Taurinas. A Salvador Camarena le recordó el homicidio de Manuel Buendía.

La víspera del aniversario 40 del asesinato de Manuel Buendía mataron en Coyuca de Benítez al candidato de PRI, PAN y PRD a presidir ese municipio. Por las imágenes, muchos evocaron la tragedia de Lomas Taurinas, a mí me recordó el homicidio del columnista.

Buendía. El primer asesinato de la narcopolítica en México, se titula un libro póstumo de Miguel Ángel Granados Chapa (1941-2011) sobre el atentado en contra de su amigo, ocurrido la tarde del 30 de mayo de 1984 cuando éste abandonaba su oficina de la avenida Insurgentes.

Quizá fue el título, y no necesariamente las coincidencias entre lo que ocurrió en el entonces Distrito Federal y lo sucedido antier en el municipio aledaño a Acapulco, lo que me hizo relacionar tan distantes asesinatos. Quizá.

Las imágenes del arma contra la nuca del candidato Alfredo Cabrera tienen una escalofriante similitud con las de la mano de Mario Aburto contra la cabeza de Luis Donaldo Colosio hace 30 años en Tijuana.

Forzada o no la comparación, advierto en los hechos de Guerrero un funesto recordatorio de la vigencia de los nexos entre la política y el crimen organizado, presente en el ajusticiamiento, también por la espalda, de Buendía hace cuatro décadas por órdenes de quien fuera director de la policía política de entonces.

Buendía era autor de la columna Red Privada, distribuida en 80 diarios del país además del Excelsior. José Antonio Zorrilla, titular de la temible Dirección Federal de Seguridad, instrumentó la ‘Operación Noticia’ para ejecutar al periodista, al que llamaba su amigo.

En el citado libro, Granados Chapa detalla la maquinación, desde el poder, de un asesinato con el que se pretendía impedir que Buendía revelara los nexos de Zorrilla con el narcotráfico, que en el sexenio de Miguel de la Madrid alcanzó un insoportable nivel de notoriedad.

Como autor material designaron al agente de la DFS Rafael Moro Ávila, nieto del temible Maximino Ávila Camacho.

“En cumplimiento de sus órdenes, esperó a la salida de Buendía y lo siguió hasta casi llegar al ancho portón del estacionamiento donde el periodista guardaba su automóvil”, cuenta Granados Chapa, “tenía instrucciones de atacar por la espalda, pues se sabía de la costumbre de la víctima de portar pistola, metida en la parte posterior de la cintura. Se sabía también de sus aptitudes de tirador. Él y Zorrilla se juntaban para practicar tiro en el campo del Estado Mayor Presidencial…

“Moro Ávila se acercó sigiloso a Buendía, y tiró del faldón de la gabardina para dificultar los movimientos del periodista y asegurarse de que no portaba blindaje alguno. Empuñaba una pistola poderosa, una Browning de nueve milímetros, con la que disparó hasta cinco veces. Por instinto defensivo, como si pretendiera usar su propia arma, y por el efecto físico de los disparos, Buendía giró hacia la derecha, por lo que los balazos tuvieron trayectorias diferentes. Lo ultimó uno tan certero como el resto, que le perforó el pulmón. Buendía se desplomó. Moro Ávila caminó un breve trecho, como si nada, y puntual apareció la motocicleta a cuyo asiento trasero subió…”.

Lo que siguió sería increíble salvo que México es México: el presidente De la Madrid encargó la investigación a Zorrilla. De forma que nada se movió sino hasta años después, tras el cambio sexenal de 1988, cuando por fin fue encausado.

¿Quién va a dar, en el Guerrero actual, con los asesinos de Alfredo Cabrera? Así sea por omisión, las autoridades locales y federales tendrán manchadas las manos de la sangre de ese, y tantos otros políticos asesinados por el crimen organizado.

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