La Feria

Cuándo se pudrió el PAN

La mística del PAN era que se podía hacer política fuera del presupuesto público. Que se debía hacer política anclado en las preocupaciones y realidades de los ciudadanos.

Bien vista, la de 2024 es la tercera elección presidencial que Andrés Manuel López Obrador le gana al PAN. Eso sin contar, desde luego, la de 2006, que Acción Nacional se quedó con apenas .56 por ciento.

En 2012, la panista Josefina Vázquez Mota quedó en tercer lugar en las presidenciales. En 2018 los blanquiazules quisieron presentarse como alternativa al nuevamente devaluado PRI. Salvo que la gente dijo lo contrario: el PAN gustaba ya a pocos.

Este domingo, PRI y PAN juntos quisieron repetir los resultados de 2021, resultados engañosos, si alguien los considera un éxito.

Por los resultados en San Lázaro, esa intermedia es vista como que pudieron frenar a López Obrador, ¿cierto? La verdad es que la actual composición de las bancadas en la Cámara de Diputados, más que evidenciar una renovada fuerza de la oposición, era la enmienda de la sobrerrepresentación de Morena y aliados.

Porque la ‘recuperación’ de PRI y PAN ese año fue un espejismo: en 2021 hubo 15 gubernaturas en juego, ¿cuántas ganó Acción Nacional? Dos, Querétaro y Chihuahua (ésta en alianza con el PRI). ¿Morena y el Verde? Doce. Movimiento Ciudadano se quedó con Nuevo León. ¿On tá el éxito?

Y en 2022, de las seis gubernaturas en juego PAN se quedó con Aguascalientes y PRI con Durango. Al año siguiente, por supuesto, PRI con Coahuila (suponemos que Marko Cortés con algunas notarías) y Morena con Estado de México.

De 23 gubernaturas en juego desde las intermedias y antes del domingo, donde no ganaron más que Guanajuato, el PAN obtuvo 3. Tres. T-R-E-S. No hace falta cebarse y decir que el domingo les arrebataron Yucatán y varias alcaldías en la Ciudad de México.

Son números que de otra forma muestran el récord del PAN bajo el mando de Marko Cortés (cargo que asumió en 2018 tras la derrota de Ricardo Anaya en las presidenciales): la ciudadanía ha dicho, consistentemente, que algo no les gusta de este partido. Qué es.

Aun antes de este sexenio, el PAN se convirtió en una organización burocrática, enclaustrada, de minicaciques. Javier Corral les llamó en su tiempo en público lo que son: un organismo manejado por los padroneros, los que tienen acceso y control de una militancia cerrada.

Si origen es destino, entonces el que los panistas hayan dado la espalda a sus raíces ha provocado su rica marginalidad de hoy: son un partido con edificios, camionetas, viáticos, pertrechos, ayudantes, escaños, curules, fueros, prerrogativas… casi el paraíso salvo el pequeño detalle que su récord en votaciones va a la baja, y que de ninguna manera están a la búsqueda de corregir el rumbo.

Su origen era en la calle, con la gente, luchando por combinar el compromiso con la labor política y la subsistencia, lejos de los escaparates de la política convencional, de la que desconfiaban porque sabían que la tentación de sucumbir era normal, humana.

La mística del PAN era que se podía hacer política fuera del presupuesto público. Que se debía hacer política anclado en las preocupaciones y realidades de los ciudadanos.

Cuando ese origen se traicionó, cuando se volvieron adictos al presupuesto, pasó esto, un partido sin credibilidad, ensimismado, sin vergüenza política para asumir un mal resultado, que sólo se escucha a sí mismo; uno a cuyos líderes no duelen las derrotas porque no les va en ellas ni salario, ni choferes, ni ayudantes, ni siquiera un mínimo deber de disculparse.

El PAN se pudrió cuando sus dirigentes se asumieron dueños de una franquicia y no representantes de ciudadanos. Y con Jorge Romero eso sólo se va a pudrir más.

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