En 2022 Morgan Stanley emitió un diagnóstico prometedor sobre las oportunidades de México en la relocalización global. La semana pasada, un nuevo análisis de ese banco pinta un panorama lúgubre sobre la economía mexicana. ¿Alguien del gobierno está escuchando?
Morgan Stanley publicó en octubre de hace dos años el reporte titulado Las oportunidades y retos de México en la relocalización.
Por su fortaleza manufacturera, destacaba ese banco, el país vivía la primera ola de relocalización; pero advertían que para aprovechar la siguiente ola serían claves tanto factores geopolíticos, el creciente costo del capital, pero también las políticas públicas de México.
México tendría que asegurar, específicamente, suministro de electricidad, Estado de derecho, seguridad y certidumbre de las políticas públicas.
En ese reporte, hacían una serie de recomendaciones de sectores y empresas en las cuales veían oportunidades de inversión. Veintidós meses después, el tono Morgan Stanley es contrastante: disminuyen su exposición en México y señalan riesgos.
¿El argumento de Morgan Stanley en su informe fechado el 20 de agosto? La reforma judicial enviada por el Ejecutivo al Congreso.
Hay otra manera de ilustrar el contraste, en sólo un par de años, entre los dos reportes de Morgan Stanley. Se puede hacer citando tres casos de promesas de inversión que o ya difícilmente ocurrirán, o han surgido dudas de que se concretarán.
No es necesario abundar mucho en la primera de esas frustrantes noticias: el caso de Tesla, que pasó de suponer una inversión en Nuevo León de al menos 4 mil 500 millones de dólares para construir una megaplanta en esa entidad, a decir adiós amigous.
La segunda es la inversión anunciada de 5 mil millones de dólares de un centro logístico de Amazon en Querétaro. Y la tercera es la de un megaproyecto para licuefacción de gas en Puerto Libertad, Sonora, por 15 mil millones de dólares.
Sobre estos dos últimos casos hay dimes y diretes. Versiones en la prensa de que el proyecto de Amazon en Querétaro y el de la empresa Mexico Pacific, que llevará gas natural de Texas hasta el puerto sonorense ya mencionado, han entrado en zona de turbulencias.
Así haya desmentidos de algunos ejecutivos de las empresas y lo mismo de funcionarios de los respectivos gobiernos estatales, que aseguran que todo sigue su curso, el mero ruido es una mala señal, surgida de dudas sobre el abasto de electricidad y el llamado plan C.
Finalmente, la semana pasada Citibanamex emitió un informe especial donde alerta que los mercados estarían subestimando el riesgo político y económico asociado a las reformas del plan C, lo que, temen, luego podría generar una reacción acumulada negativa.
Hace dos años Morgan Stanley hablaba de oportunidades, ahora habla de riesgos. Y algunos anuncios de megainversiones del año pasado o inicios de éste son tema de conjeturas. Y Citibanamex considera que falta una real toma de conciencia de lo que viene.
Ante reportes como los mencionados, la presidenta electa declaró la semana pasada que los bancos “están mal informados”. Se entiende que Claudia Sheinbaum quiera salir a tranquilizar, pero tomará mucho más que sólo una declaración tipo López Obrador para lograrlo.
Quien crea que Andrés Manuel detendrá su intención de aprobar todo o lo fundamental del plan C en septiembre, está muy equivocado. A él no le espantan las tormentas. Además, el eventual chaparrón le caería a su sucesora.
Cualquier esfuerzo del equipo de transición para tranquilizar a inversionistas y bancos se topará con el muro de cerrazón de AMLO, que está dispuesto a todo con tal de erradicar al actual Poder Judicial. La tempestad parece inminente.