La Feria

¿Ya hay ‘play’ en la relación con EEUU?

Lo mejor que le podría pasar a Claudia Sheinbaum es que se haga como que la pausa en la relación con EU nunca existió. Que el diálogo se reinstale plenamente, aunque no será fácil.

El jueves, en un salón del hotel Hyatt con cientos de asistentes, se dio una conversación muy singular, dado que el gobierno mexicano decretó una ‘pausa’ en su relación con sus vecinos y socios del T-MEC.

En el marco del North Capital Forum, de la US Mexico Foundation y que va en su tercera edición, se sentaron codo a codo el embajador de México en Washington y el del gobierno de Joe Biden en nuestro país. También estaba el representante de Canadá.

Esteban Moctezuma padeció las lisonjas del siempre excesivo, siempre toreando para la tribuna, Ken Salazar, que lo declaró el mejor embajador de la historia o algo así. Ya saben, está de moda sentenciar cosas por el estilo. Pero ni eso animó la conversación.

Y es que Moctezuma y Salazar se hicieron los que no veían los dos enormes elefantes en la sala: la molestia mexicana por las críticas de EU a la reforma judicial y por la detención de Ismael el Mayo Zambada. Es decir, las causas de la pausa. De eso, ni hablar.

La presidenta Claudia Sheinbaum heredó un problema en la relación internacional más importante de México. El expresidente inventó ese término medio informal de la pausa como una manera de expresar su molestia sin activar otro tipo de recursos diplomáticos.

Que la pausa sea informal no la hace menos estorbosa. Porque la capacidad de generar un ambiente, de hacerse de la agenda con sólo una palabra, fue sin duda un mérito político del gobierno que gusta de animar el gen nacionalista, pero quitar la pausa no es tan sencillo.

Por más entendible que sea el que Salazar y Moctezuma se la pasaran hablando del comercio como la clave de la cooperación para solucionar incluso temas migratorios, el problema central subsiste: qué tiene que hacer EU para que México apriete el play de la relación.

Claudia Sheinbaum fue investida presidenta con la presencia de Jill Biden, que vino en representación de su esposo el mandatario estadounidense. Y el viernes, éste y la Presidenta tuvieron su primer telefonema. Sin duda, señales de normalización, pero insuficientes.

Ayer en la conferencia mañanera se le preguntó a la Presidenta que, dado que ya sostuvo esa llamada con su homólogo estadounidense, “¿cuándo habrá avances en los temas binacionales entre México y Estados Unidos?”.

“Se va a reunir el canciller con el embajador de Estados Unidos para tocar algunos temas de seguimiento que se estaban llevando a cabo”, fue la escueta contestación de la mandataria.

Lo mejor que le podría pasar a Sheinbaum es que todo mundo haga como que la pausa nunca existió. Que el diálogo se reinstale plenamente. No será tan fácil. El tema quedó suspendido en otra petición (además de la de España) de disculpas.

Esa fue la condición que se puso a finales de agosto: que Washington se disculpara por sus críticas a la reforma judicial.

A México le urge que las inversiones de Estados Unidos no duden sobre el Estado de derecho aquí. Esos temores difícilmente se disiparán por la sola llegada de una nueva Presidenta. Algo tendrá que inventar ésta para, mientras salva cara, normalizar la relación.

Es muy vendedor rayar en la pared del vecino un Yankee go home. Y lo mismo quitarle una concesión y una propiedad a una empresa estadounidense, como le pasó a Vulcan Materials en Quintana Roo al final del sexenio anterior. Eso está papa.

Lo complicado es que para reactivar la relación Estados Unidos tendrá que poner algo más que las porras de Salazar a Esteban Moctezuma. La Presidenta no puede quedar como alguien laxo ante Washington. Ha de arrancarle a EU gestos de que México fue reivindicado.

Tales señales serían creíbles cuando se escuchen disculpas por las críticas a la reforma judicial, y explicaciones por el secuestro en tierra mexicana del Mayo. Toca a Washington mover pieza.

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